Los jardines de Monforte se encuentran en la calle Monforte, muy cerca de
La Alameda y de los
Jardines del Real o Viveros.
Sorprende este jardín por su tranquilidad y quietud, dado que está en uno de los puntos de circulación
más densos de la ciudad. Este jardín es lugar de retiro para mucha gente que desea relajarse en
sus jardines, leer un buen libro o estar a la sombra de sus árboles.
El artístico trazado de este jardín, de corte neoclásico; la abundancia de estatuas de mármol que
lo adornan, en número de treinta y tres; la serie de estanques y surtidores, detalles arquitectónicos
y el mismo pabellón de descanso justifican plenamente su condición oficial de jardín artístico, declarado
como tal por decreto de 30 de mayo de 1941.
Con motivo de la declaración oficial de jardín artístico, fue encomendada su restauración a
Javier Winthuysen Losada (* Sevilla 30-03-1874 † Barcelona 1956), llevada a cabo por el jardinero mayor municipal Ramón Peris Rubio, y a cargo del
ayuntamiento de Valencia.
Los jardines de Monforte se pueden estructurar en tres partes para su fácil comprensión: el pabellón de
descanso o palacete, dos pequeños jardines o patios de tipo privado o intimista que flanquean el edificio, uno
a cada lado de sus fachadas interiores y la tercera parte los jardines propiamente dichos que ocupan la mayor extensión del terreno y se expanden de una
manera aparentemente desordenada.
El origen de los jardines se remonta a un huerto situado extramuros de la ciudad propiedad de don José Vich (olim José Pedro Manglano Ruiz),
barón de Llaurí. El 3 de agosto de 1849 es vendido a don Juan Bautista Romero Almenar (* Valencia 25-06-1807 † Valencia 01-05-1872),
marqués de san Juan, casado con Mariana Conchés Benet (* 1803 ó 1807 † Valencia 14-11-1877). El huerto de la familia Vich se encontraba junto al
molino de Borrull, donde años más tarde se construiría el palacio de Ripalda. Además se encontraba cerca de la casona y huerto propiedad
del marqués de Castellfort, que años más tarde se convertiría en los conocidos como jardines del Santísimo (por un panel cerámico que había a la entrada con esa
representación).
Juan Bautista Romero invirtió sumas considerables en
la transformación y ornato de este huerto, que competía en hermosura con el cercano Hort de les
freses y el de Ripalda, ambos desaparecidos, y que tan grata hacían la llamada Volta del Rossinyol, muy visitada por la burguesía valenciana.
El marqués de san Juan construiría el pabellón de descanso y lo utilizaría como casa de recreo y esparcimiento, recibiendo provisionalmente el
nombre de hort de Romero. Según cuenta la historia, el matrimonio tenía
un único hijo, Juan Bautista Romero Conchés, que murió en 19 de agosto de 1845 a los 20 años en un duelo por amor. La esposa del marqués no pudo recuperarse del golpe y entró
en una profunda depresión, por lo que el marqués compró este huerto y decidió convertirlo en jardín, con la sana intención de que su esposa pudiera mejorar de su
depresión en un ambiente de tranquilidad y esparcimiento.
La construcción del palacete fue encargado al arquitecto valenciano
Sebastián Monleón Estellés, autor de la
Plaza de Toros (1850), y para 1859 fecha de su inauguración, las obras ya estaban finalizadas.
A la muerte en 1872 de su propietario, el marqués de san Juan, y posteriormente de su esposa Mariana Conchés en 1877 y
sin descendencia directa que les sobreviviese, hereda la propiedad doña Josefa Sancho Conchés, sobrina de la difunta. Josefa Sancho Conchés estaba casada con
Joaquín Monforte Parrés de quien toma su actual y definitivo nombre los jardines. Don Joaquín Monforte fallecería en 15 de febrero de 1879 quedando por tanto como única
propietaria doña Josefa Sancho Conchés († Valencia 25-04-1900).
En 1971 el ayuntamiento de Valencia adquiere la propiedad del mismo a los herederos de la familia Monforte, aunque ya en 1941 había
sido declarado "jardín artístico nacional". En la actualidad es gestionado por la "Fundación pública municipal de parques y jardines singulares".
El actual jardín tiene dos entradas, la secundaria que se realiza por una
puerta abierta en el muro que rodea todo el perímetro y que se
encuentra en la plaza de la Legión Española y la entrada principal que dispone el pabellón de recreo de la calle Monforte. Esta puerta habitualmente
solo se abre para ocasiones o eventos (principalmente bodas civiles). Recientemente se ha abierto al público una entrada lateral
en la fachada principal del palacete, para que no sea necesario pasar por el interior del mismo.
El pabellón de recreo es un sencillo edificio de finales del siglo XIX, construido en estilo academicista francés, planta
rectangular, dos pisos y terraza con una pequeña
torre miramar octogonal en el centro de la misma. Interiormente hace de fachada principal ya que recae a uno de los dos pequeños jardines, tiene
una
gran balconada que mira al patio o jardín conocido como Glorieta de los Arcos.
En consonancia con el carácter señorial del jardín se conserva este pabellón de recreo, especie de
palacete construido a iniciativa del propio marqués de san Juan, y cuya puerta era paso obligado,
y único, al jardín. A la izquierda del zaguán hay una escalinata cuyas paredes se decoran con nueve
figuras femeninas pintadas al temple y otros tantos medallones con amorcillos, esta nos conduce al piso
principal, con varias estancias en torno a una central, porticada en estilo neopalladiano,
cubierta con bóveda octogonal sobre pechinas, en cuyos segmentos aparecen pintadas diversas
alegorías. Desde los balcones de este piso o desde la terraza abalaustrada se contemplan
interesantes panorámicas de tan suntuoso jardín.
El pabellón de recreo se utiliza actualmente para la celebración de las bodas civiles con la
intención de dar mayor boato a este tipo de celebraciones. Así mismo sus jardines son aprovechados
por los novios para el ritual de las fotos, dada la gran belleza de los jardines.
En el paso de entrada desde la calle al jardín, encontramos la
fuente de Tritón, llamada así por la escultura que preside la misma.
Vemos a Tritón con corona y tridente y a sus pies dos monstruos marinos, uno de ellos le tapa sus partes nobles. Es obra de autor anónimo y de datación desconocida.
De los dos pequeños jardines intimistas que tiene el pabellón, uno de ellos asoma a la fachada lateral del edificio, que en este caso hace de fachada principal interior.
Es la zona de mayor encanto y delicadeza del conjunto, tanto por su decoración como por el acabado arquitectónico de la fachada.
Se caracteriza por un espacio cerrado por un pequeño muro de escasa altura en cuyo centro encontramos una alberca
rodeada por un pequeña verja de hierro con un surtidor en el centro.
Una
sencilla portada formada por un arco de medio punto, adornada con dos dragones o grifos y a la que se
accede por una pequeña escalera que salva el desnivel del terreno, permite el paso a la zona ajardinada de mayor extensión.
A este patio se le suele denominar en ocasiones Glorieta de los Arcos.
En este espacio destacamos dos conjuntos escultóricos, situados a ambos lados de la escalera, uno de ellos representa a un
grupo de
niños jugando, de los tres niños uno de ellos juega con un delfín; el otro grupo, a otros
tres niños tocando uno de ellos una caracola. Cada conjunto descansa sobre una alberca con agua.
En la parte superior del pequeño muro a la altura de la portada encontramos dos conjuntos escultóricos que representan a unos
amorcillos dando de comer a una oveja o cabra y el otro a otros
amorcillos jugando con un perro.
Dos estatuas de bulto redondo completan el conjunto, una de ellas representa al
dios romano Baco (Dionisios), dios del vino, por ello alza con su mano derecha una copa de vino, mientras que con la izquierda sujeta un
racimo de uvas. La segunda figura representa al
dios romano Mercurio (Hermes). Este lleva el sombrero de ala ancha, llamado petaso con unas pequeñas alas que nos informan que se trata
del mensajero de los dioses. Además lleva una bolsa en su mano derecha como deidad del comercio.
Nada mas traspasar esta portada nos encontramos una pequeña alberca en cuyo centro encontramos
a un
niño cabalgando sobre un cisne. Esta misma representación la podemos encontrar idéntica en el
Palacio del marqués de Dos Aguas.
A partir de aquí, nos encontramos ya en los amplios jardines.
Es aquí donde la vegetación adquiere exuberancias y efectos de jardín
paisajístico en torno a un montículo artificial rodeado de añosos pinos, y en donde las magnolias,
el laurel y el exótico ginkgo biloba reflejan sus frondosidades sobre la tersura cristalina del
agua remansada en el gran estanque o lago artificial, de mas de 20 metros de diámetro y cuyo brocal forma ocho
agallones con surtidores en estos y en el centro. Las grutas que encierra este montículo, los
senderos y pasadizos rústicos confieren cierto carácter romántico a este bosquete.
El segundo de los jardines que llamamos intimistas y situado a espaldas del palacete es de forma semicircular y
llama la atención por la existencia de una portada formada sencillamente por las dos jambas sin dintel rematadas por jarrones, y en cuyos lados
encontramos dos esculturas de
dos leones similares a los que dispone el Congreso de los Diputados de Madrid.
En el muro de la casa, flanqueando la puerta de acceso al jardín, dos hornacinas abiertas en el muro albergan
dos esculturas femeninas realizadas en mármol. Una de ellas representa a Hebe, diosa de la juventud y copera de los dioses. Lleva en su mano
derecha una jarra mientras que con la izquierda sujeta un cáliz. En este caso se le suele considerar como una alegoría del verano. Es obra de autor anónimo
datada en 1849.
La segunda figura, representa a Caliope o tal vez a Clio, la primera
musa de la ciencia y la segunda musa de la historia. A ambas se les suele representar con un rollo de papiro, que es lo que lleva en
su mano izquierda esta escultura. Es obra de datación desconocida y autor anónimo, y en este caso se le suele nombrar como una alegoría del otoño.
Los leones de piedra blanca de Colmenar (Madrid), son obra de José Bellver Collazos (* Ávila 1824 † Madrid 10-05-1869) y fueron realizados hacia 1850
para la escalinata del congreso de los diputados en Madrid, donde no llegaron a colocarse nunca, sino otros de bronce de Ponciano
Ponzano, ya que en su momento se consideró que estos eran pequeños para el citado edificio. En 1864 Juan Bautista Romero los adquirió en Madrid y se
los trajo para su palacio valenciano donde quedaron ubicados desde entonces.
Rodeando la zona encontramos un barandal de hierro donde descansan ocho bustos
sobre pequeños pedestales que representan a distintos filósofos, escritores y poetas (hombres y mujeres). Obras de autor anónimo y de datación desconocida.
Se conoce el nombre de algunos de ellos por ser copias de representaciones ya conocidas. Comenzando por nuestra izquierda: busto de mujer, Mercurio (por el casco alado
que lleva en la cabeza), Dante Alighieri, Sófocles, busto de hombre, Petrarca, Hermes y finalmente busto de mujer.
Traspasada esta portada accedemos a los amplios jardines, de cuidada traza geométrica en cuyo centro encontramos
una
gran fuente rodeada por una valla protectora y en cuyo centro hay un pedestal con cuatro caños en forma de
máscaras de donde brota el agua, encima del pedestal un conjunto formado por las ninfas
Dafnis y Cloe. Este conjunto suele ser el icono preferido para
representar la imagen corporativa de los jardines de Monforte.
Alrededor de esta fuente
encontramos cuatro figuras femeninas sobre pedestal que representan a los cuatro
continentes,
América con el caimán,
Asia con un camello,
Europa con un caballo y
África con el león. Estas cuatro figuras son replicas exactas de las que se encuentran en
los
jardines de Parcent.
Aún encontramos en este espacio dos nuevas esculturas, también de autor anónimo y datación desconocida. Se trata de un personaje femenino
con el torso desnudo y que porta un cuerno con frutas, es la
diosa Ceres y aquí está representada como alegoría de la primavera. La segunda obra representa a un
anciano en el ocaso de su vida y que representa una
alegoría del invierno. Con estas dos esculturas se completa el juego de las cuatro alegorías alusivas a las estaciones del año.
En esta zona es donde encontramos la mayoría de las esculturas que posee el jardín y contrasta con la otra zona
ajardinada, ya que en este lugar se concentra una vegetación arreglada según el gusto francés de jardines geométricos, en contraposición
al resto del jardín en donde destacan los árboles y la vegetación un poco más salvaje. No obstante aún conviene nombrar tres esculturas aisladas en el
conjunto de la zona ajardinada y que deben comentarse, la primera de ellas, la figura de la diosa Flora, la segunda una representación del filosofo griego
Sócrates y la
tercera, situada en el centro de una alberca, una representación del
dios Neptuno, obra anónima de 1849. Al dios Neptuno le acompaña un feroz y amenazante pez como
señal de su poder.
En definitiva sus casi once mil metros cuadrados de vegetación, protegidos por un alto muro perimetral
crean un reposado ambiente en su interior, que invita a prolongar la estancia. La enumeración de las distintas
clases de árboles, arbustos y flores seria extensísima y no es aquí el sitio para ello, pero conste que estos
jardines son unos de los mas bonitos y seguramente el más tranquilo y placentero que tiene la ciudad de Valencia.
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