El almudín era el edificio donde se guardaba y almacenaba el trigo y otros granos para la venta y distribución en la ciudad de Valencia. La escasez
de grano era uno de los mayores problemas con que se podían enfrentar las autoridades municipales en la Edad Media, por lo que un edificio amplio y
en condiciones era una cuestión de vital importancia. Nuestro almudín fue construido hacia 1307 sobre el antiguo alcázar musulmán pero fue
ampliado durante los siglos XV y XVI. Este edificio-almacén era el principal, pero no el único, ya que se conocen otros almacenes de grano tanto en época
musulmana como cristiana.
El nombre almudín procede de la voz árabe "almud" que era una unidad de medida de granos usada en la época. Hasta el siglo XV el Almudín
era propiedad Real "L'Almodí del Senyor Rei", por lo que podemos hacernos una idea de la importancia que representaba un edificio de estas características.
Hacia finales del siglo XV la propiedad pasa a manos del "Consell Municipal de la Ciutat" que será el encargado del abastecimiento de grano, custodia,
y regulación. Para ello se creó una compleja red de funcionarios que se encargaban de tan importante tarea. No hay que olvidar que la
ausencia de grano y harina y por lo tanto de pan, podía ser fuente de motines y tumultos de impredecibles consecuencias.
Su configuración actual data del siglo XV cuando el edificio es ampliamente reformado, interviniendo en ella los canteros más ilustres de la
época. De planta rectangular irregular, su interior se divide en tres naves, la central más amplia y alta que las laterales que quedan separadas
por arcadas de medio punto apoyadas en pilares. Seis arcos en cada uno de sus lados mayores y dos en los menores.
La cubierta del edificio es toda ella de madera, siendo la nave central a doble aguas y de mayor altura,
mientras que las laterales lo hacen a una sóla vertiente. En origen el edificio estaba almenado y disponía de un camino de ronda para su defensa. Si
nos fijamos hoy en día, todavía podemos ver el almenado que disponía, bien es cierto que un poco distorsionado por reformas posteriores.
El hecho de que el edificio dispusiera de almenas nos vuelve a hablar de la importancia que se daba al suministro de grano de la ciudad.
Tenía el edificio dos entradas, una lateral con porche recayente a la actual calle Almudín,
de la que tan sólo ha sobrevivido un gran portalón con arcada de medio punto formado por grandes dovelas
de cantería y la entrada principal a los pies que está formado por un porche que se organiza a través de un sistema de arcos entre dinteles.
El porche lo forman
tres arcos de medio punto sobre pilares separados por espacios rectos con grandes vanos abiertos entre los pilares. Sobre cada uno de los
arcos encontramos el
escudo con los palos de Aragón. Este porche fue construido a mediados del siglo XVI.
Los muros perimetrales están realizadas en albañilería, con la técnica conocida de tapia valenciana y con refuerzo de sillares de piedra en las
esquinas. También los
elementos de sustentación de las arquerías y los propios arcos están realizadas en cantería, mientras que los elementos de cubrición son
de carpintería en madera.
Todo ello nos habla de una configuración de origen medieval sin grandes complicaciones en el plano arquitectónico.
Hacia 1417 comienzan las obras de remodelación del viejo edificio, los maestros de obras del
Palacio del Real, Guillem Just (mestre d'obra de la vila) y Miquel Navarro (mestre pedrapiquer) son quienes
se encargan de realizar el frente y los primeros arcos que recaen a la calle del Almudín. Hacia 1455 y cuando el edificio
acababa de ser terminado, se vuelve a decidir una nueva y definitiva ampliación del mismo. Las obras son encargadas a
Francesc Baldomar (mestre pedrapiquer), Vicente Gallent (mestre d'obra de la vila) y Jaume Lombart (mestre fuster).
Con Baldomar también participaría Pere Compte, pedrapiquer que después se haría famoso por ser el responsable de la construcción
de la
Lonja de los Mercaderes. Este nuevo periodo de obras se dilata entre 1455 y 1460, durante el mismo se
reforma el interior del edificio y se construye el porche recayente
a la calle Almudín (hoy desaparecido), porche que según noticias se componía de dos columnas que sustentaban una techumbre de madera.
Este porche fue derruido en el siglo XIX y sólo resta el portalón antes aludido.
El porche principal recayente a los pies del edificio fue realizado en la primera mitad del siglo XVI. Hay que reseñar que hasta principios
del siglo XVII el espacio central del edificio lo formaba un patio descubierto y que no será hasta esta fecha cuando el mismo sea cubierto, tal
y como ahora lo podemos contemplar.
Es curioso reseñar que el edificio una vez terminado adopta la típica forma de las basílicas romanas, edificios diáfanos de planta basilical formados por
tres naves separadas por columnas, en este caso por pilares, techumbres de madera y pórtico a los pies.
Las reformas posteriores en poco alteraron la fisonomía original del edificio, en 1571 se coloca un nuevo pavimento con el escudo
de la ciudad. Durante el siglo XVII se realizaron las pinturas al temple-cola que decoran tres de los muros interiores del edificio. Estas hacen
referencia a la entrada del trigo, los patrones de los Gremios que intervienen en el funcionamiento y organización del Almudín e imágenes del mundo
popular, social y religioso de los siglos XVII y XVIII.
Estas pinturas realizadas con aire popular, están realizadas en tonalidades grisáceas bicromas. En ellas se pueden ver imágenes de la Virgen de los
Desamparados, San José, San Juan Bautista, San Antonio de Padua y San Pascual Bailón. La pintura más antigua lleva fecha de 1609.
En el siglo XIX se eliminaría definitivamente
el porche recayente a la calle Almudín y se cegaría el principal recayente a la plaza de San Luis Bertrán, porche que
en la reforma del siglo XX se ha vuelto a descubrir. Entre 1906 y 1991 el Almudín acogería la sede del Museo Paleontológico con los fondos donados por el
naturalista José Rodrigo Botet y en 1961 el edificio sería declarado Monumento Nacional.
Entre 1993 y 1996 se procedió a la total restauración del edificio con el objeto de devolverle en la medida de lo posible su configuración original y
convertirlo en espacio museístico. Las obras de repristinización fueron llevadas a cabo por los arquitectos José María Herrera y Rafael Martínez. La
restauración obtuvo el Premio Europa Nostra.
En la actualidad el edificio de propiedad municipal, está dedicado a Sala Municipal de Exposiciones temporales.
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