Teresa Gil de Vidaurre (* ca.1220 † Valencia 15-07-1285), era hija del noble navarro Juan de Vidaurre y de su esposa Toda Garcés de Azagra y hermana de Pedro Gil de Vidaurre.
Vidaurre es una pequeña localidad de Navarra situada en la comarca de Estella.
Siendo joven todavía (15 años) conoció al rey don
Jaime I de Aragón y este quedó prendado de la belleza de Teresa Gil. Para conseguir sus favores le hizo
promesa de matrimonio ante un testigo, parece ser que este fue el confesor del rey, don Berenguer de Castellbisbal. La promesa no se materializó pues el rey se casó
poco tiempo después en Barcelona con Violante de Hungría el 8 de septiembre de 1235 con lo que Violante se convirtió en la segunda esposa del rey conquistador.
A pesar de este matrimonio, Teresa Gil siguió manteniendo relaciones esporádicas con el rey. La reina Violante fallecería en 1251 y para
entonces el rey ya tenía dos hijos con Teresa, Jaime señor de Jérica (* ca.1238 † 1285) y Pedro señor de Ayerbe (* ca.1240 † 1318).
Muerta la reina Violante, el rey Jaime I y Teresa Gil (ahora viuda de Sancho Pérez de Lodosa), rehacen la relación hasta
convertirla en un autentico matrimonio social no legitimado por la
iglesia. En 1255 el rey le hace entrega del castillo de Jérica y en 1257 de las villas de Bejís, Lliria, Andilla y Altura. Además el rey regaló
en 1260 a Teresa, el palacio o almunia de recreo que había sido del rey musulmán de la taifa valenciana Abu-Zayd y que se encontraba extramuros de
Valencia en un paraje denominado Zaidia.
Hacia 1265 el rey conoce a Berenguela Alfonso († Narbona-Francia 1272), hija del infante Alfonso de
Castilla (señor de Molina) y la hace su amante. Teresa Gil es relegada a un segundo plano
y esta acude al papa para legitimarse como esposa legal del rey aunque no hubiese habido matrimonio formal. El rey aduce que Teresa Gil ha contraído la
lepra, cosa que es falsa y el papa
Clemente IV sentencia que aunque no haya habido matrimonio por no mediar sacramento, este se había legitimado y consumado por
la unión carnal y por los hijos que el rey tenía con Teresa y que habían sido legitimados públicamente.
El rey relegó definitivamente de su lado a Teresa, aunque no pudo contraer matrimonio con su nueva amante. Teresa se retiró a la casa-palacio
de la Zaidia convertido en monasterio y allí profesó como monja de clausura. Recibió el nombre de
monasterio de la Zaidia o de Gratia Dei, en él vivió el resto de sus años sin volver a ver al rey y en él fallecería el 15 de julio de 1285. Jaime I no pudo volver
a contraer matrimonio ya que ante los ojos de Dios, Teresa Gil de Vidaurre era la tercera esposa y el papa no autorizó la disolución del vinculo matrimonial.
Teresa Gil de Vidaurre fue inhumada en el monasterio de la Zaidia que ella misma había fundado; en el cenobio existía una lápida que rezaba:
La V. Sª Rª doña Teresa Gil de Vidaurre, fundadora de este real monasterio para señoras nobles que quisieran ser religiosas cistercienses, cuyo
monasterio consagró a María Santísima de Gracia, y en él jamás quiso ser abadesa, pero admitió gustosa el empleo de portera, en que murió
a 15 de julio de 1285.
La sepultura se encontraba en el altar mayor de la iglesia, en 1655 en que fue exhumado el cadáver, el mismo permanecía incorrupto. Durante
la guerra de la independencia el monasterio tuvo que ser abandonado y demolido, al finalizar la guerra los restos de Teresa Gil fueron recuperados y
expuestos en una capilla del nuevo monasterio junto con los restos de su hijo Jaime y su esposa Elsa Álvarez de Azagra que también habían querido ser
enterrados en la Zaidia. Durante el tiempo que reposaron en el monasterio, sus restos se encontraban en una urna parcialmente acristalada que
permitía ver los restos de Teresa Gil. Durante la guerra civil los restos de Teresa Gil fueron escondidos en Alboraya, al finalizar el conflicto volvieron
a su lugar de descanso.
Al ser definitivamente abandonado el convento de la Zaidia en 1962, los restos junto con las monjas se trasladaron a su nuevo convento de
Benaguacil (Valencia), donde permanecen hasta el día de hoy, en una de las paredes del templo, esta vez ya fuera del alcance de miradas de indiscretas.
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