Galería Dahlem de Berlín
La
Lucrecia de Lucas Cranach el Viejo es uno de esos desnudos femeninos, inconfundibles, que este
artista creó como género propio dentro de su diversificada producción que incluye retratos, temas bíblicos y
religiosos, históricos y mitológicos. Pero se complace, sobre todo, en presentarnos a un tipo de mujer de
miembros finos y desnudos, con sutiles deformaciones que encierran una tremenda carga de sensualidad.
La femina de Cranach es siempre la misma, todo un ejemplar racial, aunque personifique a Eva o a Venus. En
este caso se trata de Lucrecia, la romana que se sacrificó por defender su honra. La ha situado sola en el
momento de empuñar un cuchillo suicida, sin la presencia de los Tarquinos, que tan caro habían de pagar este
cruento episodio.
El flexible y sofisticado cuerpo se recorta sobre un fondo negro para dar todo su valor a la linea y dentro de ella
a modelar las formas con admirable suavidad. Dirige la punta del puñal contra su pecho, pero el rostro contiene
la emoción; no diríamos que es inexpresivo sino inexcrutable.
En el suelo sembrado de piedrecillas figura a la izquierda la cifra de 1533 correspondiente al año en que se pintó
y debajo la pequeña serpiente alada que sirve de monograma a Cranach. Está pintado el cuadro en una tablita
de haya.
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