En la actual calle Muro de Santa Ana (cerca de las Torres de Serranos), existía desde poco tiempo después de la conquista cristiana
en 1238 una capilla o beaterio dedicada a san Joaquín y santa Ana, padres de la Virgen María.
Tenía como fin educar a jóvenes doncellas en el recto camino cristiano.
En 1564 Isabel Sanchís, monja carmelita del
convento de la Encarnación, funda sobre este beaterio, un nuevo convento carmelita de clausura. A ella se unen un grupo de mujeres de la
tercera orden del Carmen que tenían su casa junto a este beaterio y se dedicaban a la oración y a la caridad.
Con permiso de las autoridades eclesiásticas de la
iglesia de San Lorenzo, se crea en la placeta entonces conocida como de Santa Ana, el convento de Santa Ana. Hay que indicar que el nombre de muro de santa Ana, era como se
conocía al trozo de lienzo de muralla que iba desde las
Torres de Serranos hasta la
puerta de la Trinidad.
En 1764 la iglesia es ampliada a costa de un pequeño trozo de terreno de la plaza, pero en 1837 con la desamortización de Mendizábal, las monjas tienen
que abandonar el cenobio y vuelven al convento de la Encarnación, lugar del
que salió la hermana fundadora de Santa Ana.
El convento desamortizado será usado como casa galera (cárcel de mujeres con delitos de especial gravedad) y posteriormente en 1854 como asilo municipal.
Finalmente el exconvento en grave estado de ruina es derribado abriéndose en su lugar un solar.
En 1889 las hermanas de la Orden de la Caridad compran el solar y en 1891 fundan y levantan un colegio bajo la intitulación de
Nuestra Señora del Sagrado Corazón de Jesús, colegio que en la actualidad continúa impartiendo docencia con el mismo espíritu con el que fue fundado.
Del convento de santa Ana se cuenta un curiosa historia hoy olvidada por todos. Y es que a mediados del siglo XVIII había un chico que se dedicaba a hacer los recados del
convento, haciendo de intermediario en la vida de las monjas de clausura
y el mundo exterior. Este personaje no muy agraciado físicamente, pero si bastante ingenioso y alegre, era conocido
como el nano de santa Ana (el chico de santa Ana), fue tal la fama que alcanzó, que era muy popular en toda la ciudad e incluso su
persona era utilizado en representaciones teatrales callejeras, siendo un personaje muy querido y familiar.
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