Arquitectura visigoda
Iglesia de San Pedro de la Nave

Introducción


Nombre: Iglesia de San Pedro de la Nave
Ubicación actual: El Campillo (Zamora). Comunidad autónoma de Castilla-León
Estilo arquitectónico: Visigoda, último tercio del siglo VII o incluso siglo VIII posterior a la invasión musulmana
La iglesia en su actual ubicación fue trasladada piedra a piedra para no quedar sumergida bajo un pantano sobre el río Esla
Declarada en 1912 Monumento Nacional
Situada en la comarca de Tierra del Pan
Se considera la culminación constructiva del arte visigótico

Historia

Las primeras referencias documentales del templo lo sitúan en el año 907, cuando el rey Alfonso III le dona el pueblo de Perdices. Aparece entonces con la denominación de San Pedro de Estula, por estar emplazado junto al rio Esla. Se denomina en el mismo documento Tunis al lugar en que se ubica. Contaba con una hospedería para peregrinos y era priorato dependiente del monasterio de Celanova.



En 1930 le empresa Iberduero costeó su traslado desde una hondonada llana hasta el lugar que hoy ocupa en El Campillo, ante la inminente construcción del embalse del Esla. El arquitecto encargado de esta obra fue Alejandro Ferrant.

Características

El templo actual data del siglo VII u VIII, y en el lugar donde fue construido existía un poblado de origen romano y una pequeña iglesia de la que se aprovecharon diversos elementos, como pudo comprobarse con detalle en las obras del traslado.

La planta es rectangular, de cruz griega inscrita, de la que sobresalen el ábside cuadrado en la cabecera, sendas aulas rectangulares o pórticos en los extremos de los brazos de la cruz, y -al parecer aunque hoy no exista- un porche a los pies.

Se ha dado mayor longitud al brazo inferior, dividida longitudinalmente en tres naves casi iguales, separadas por dos pilares cada una. La gran cruz de la nave mayor y el crucero, con el presbiterio, se acusa exteriormente por su mayor altura, de la que únicamente sobresale el cimborrio, mientras naves menores y cámaras que flanquean la entrada al presbiterio son de menor altura.

Lo que se conserva de la estructura original del edificio es el perímetro completo de la planta, en forma de un rectángulo de 11,20 metros por 16,80 metros, al que se le añade en la parte oriental el ábside de 4,80 metros por 4,00 metros, y además dos pórticos en el crucero uno al norte y otro al sur, de 4,80 metros por 3,20 metros. En el interior del rectángulo el transepto divide al edificio en dos zonas desiguales: la oriental está formada por una nave central y dos cámaras a los lados, mientras que en la occidental hay tres naves, separadas por arcos muy recompuestos, más ancha la central que las laterales, que son mas bajas y cortas. El crucero prolongado por los dos pórticos sobresalen de la planta.

El edificio se construyó con piedra arenisca fina de color rojizo, posiblemente procedente de las canteras de Corrales del Vino. En la capilla mayor se utilizó mármol gris con vetas negruzcas para los fustes, probablemente procedente de las canteras de Orgaz en Toledo. Los cuatro fustes del crucero son de mármol sacaroideo y las columnas de los miraderos de las cámaras laterales son de mármol blanco, de una sola pieza el capitel, basa y cimacio. En las bóvedas de cañón se utilizó el sillarejo y pórticos y naves se cubrieron con armaduras de madera.

Está construida en sillería unida en seco como la mayor parte de sus contemporáneas españolas. Las piedras de la iglesia se ajustan entre si con tanta precisión, que puede asegurarse que en el traslado no se produjo la más minina deformación; solo se diferencia el estado actual del que existía en los primeros años del siglo XX, por la eliminación de muchos añadidos y la restauración de las cubiertas y un nuevo cimborrio.

La aportación más característica de esta iglesia al arte visigodo español lo constituye la síntesis arquitectónica entre la estructura cruciforme y la basilical, así como la magnifica decoración interior que también resume la iconografía utilizada en el momento. Es, en definitiva, el edificio visigodo mejor conservado que se conoce y el que mayor número de elementos constructivos y decorativos posee, y en él se aprecian interesantes innovaciones arquitectónicas como la búsqueda de la verticalidad y la evolución en el arco de herradura.

El templo está protegido por una cerca sobre la que se alza la espadaña gótica que antes del traslado estuvo adosada a uno de sus muros.

El cimborrio se sustenta sobre cuatro columnas que sostienen arcos de herradura, con extraordinarios capiteles en los lados que corresponden a la nave mayor, y simplemente sobre los machones angulares en los brazos del crucero. Todo ello cubierto con bóvedas de cañón de sillería.

La capilla mayor tiene un arco toral, apoyado sobre columnas con cimacios prismáticos y en su interior hay tres ventanas, una a cada lado, que irían cerradas con celosías.

Las cámaras laterales de la nave oriental están comunicadas con esta por puertas en arcos de medio punto, que se cerraban desde el interior, y ventanas con tres arquillos soportados en columnas pequeñas, tras los que hay un pequeño banco o reclinatorio; estas cámaras son el ejemplo más claro de las ergastulae o celdas para monjes reclusos, que se citan en mucho textos. A estas capillas solo se tenía acceso desde el interior del templo.

Estas cámaras laterales tienen también tres ventanas con celosías, una hacia el este y dos en el muro sur. Sus muros de separación con los brazos de la nave del crucero están perforados por grandes arcos, tabicados en la restauración; aunque la traza de estos arcos parece moderna, es posible que en una segunda fase de construcción de la iglesia existiera ya, algún tipo de comunicación semejante, puesto que el friso antiguo de estos muros parece haber sido alterado entonces para acoplarse al vano.

El sector occidental, que suele llamarse parte basilical está organizado sobre dos hileras de pilares, de los que sólo uno en cada lado se mantiene exento, ya que el inmediato a la fachada se ha cegado para reforzar la construcción; de los arcos de separación uno parece mozárabe, de herradura y el otro antiguo es apuntado. Las tres naves de los pies se conectan por tanto entre si por arcos sobre pilares y, con el crucero, sólo a través de dobles ventanas.

En San Pedro de la Nave, la nave del crucero presenta cinco tramos. Los pórticos llevan arco de medio punto al exterior y arcos peraltados hacia el interior de la iglesia. En el tramo central del crucero hay cuatro arcos de herradura: los dos que dan a la nave central, sostenidos por dos parejas de columnas decoradas y los dos que dan al crucero, que cargan sobre los frentes de los anteriores. Parece ser que sobre estos arcos iría una bóveda, que podría haber sido de aristas y peraltada, similar a otros templos visigóticos; esta cúpula debió derrumbarse y lo que hay actualmente es una linterna de ladrillo de sección cuadrada con una ventana en cada uno de sus lados, por los cuales recibe iluminación, y cubierta a cuatro aguas.

La nave central se sustenta mediante pilares, mientras que en el crucero se utilizan columnas decoradas con interesantes relieves y frisos.

La falta de contrafuertes afectó a la mala conservación de las bóvedas y supuso el desplome de parte del edificio, por lo que hubo de ser restaurado.

El sistema de las techumbres, muestra también las disparidades de sus distintas fases; las originales de piedra están en la capilla mayor y en las dos cámaras laterales, mientras que la nave principal y las de crucero sólo conservan tres hiladas de piedra y lo demás es rehecho de ladrillo.

Se impone el empleo en el interior del templo, de pequeñas ventanas o saeteras, que permiten el paso de la luz dentro del espacio eclesiástico sin necesidad de aligerar los muros, pues estos debían ser necesariamente gruesos y consistentes para soportar el enorme peso de las bóvedas.

En el conjunto de la construcción de la iglesia, los arquitectos han podido observar dos partes bien diferenciadas, que se identifican con dos esquemas de composición muy distintos. Del estudio de la planta se ha llegado a la conclusión que un primer grupo de canteros locales, erró en los cálculos y no pudo concluir la obra, por lo que otro grupo distinto de canteros tuvo que finalizar la obra, con otro esquema de planta distinta. Así observamos que la parte de la capilla mayor y el crucero obedece a un planteamiento de cruz griega, mientras que el resto de la planta que es la que queda a los pies se finaliza con un planteamiento de planta basilical de tres naves.

El motivo de la alteración del primitivo edificio central se explica por la necesidad de corregir un evidente error de replanteo en la obra, que dió lugar a que el crucero de intersección de las naves no fuera cuadrado, de 3,20 metros de lado, como se debía haber proyectado, sino de 3,20 X 3,40. La obra debió de interrumpirse al llegar a la altura en la que se tenían que montar los cuatro arcos, cuando se observó la irregularidad de la planta y, entonces, se recurrió a otro equipo de constructores que ideó la colocación de dos pares de columnas en los lados de la nave principal para cerrar el espacio a la medida necesaria. Estudiando los detalles de la planta del edificio se puede observar el motivo que causó este error en el primer proyecto. San Pedro de la Nave, ofrece, como otras de sus particularidades que no se dan en los edificios contemporáneos, unos pequeños contrafuertes angulares en las esquinas de unión de los pórticos y de la capilla con el cuerpo del edificio; estos contrafuertes se interrumpen a la altura de los muros laterales más bajos, y no en el punto en el que se deberían recibir teóricamente la presión de las bóvedas, ya que si continuaran más arriba se transformarían en un pilarillos cuadrados tangentes a las esquinas de los muros. En realidad, estos contrafuertes debían corresponder a las esquinas de los brazos del crucero, que seguirían hasta el tejado, mientras que los muros de los pórticos y de la capilla quedarían mas bajos en un plano retranqueado. Al formar el despiece de la sillería en la cantera se produjo un error de dibujo, en el que se alinearon todos los muros y los ángulos de la cruz quedaron como salientes, de forma que al sobrepasar la altura de los muros inferiores perdieron su trabazón con la estructura. Este error de alineación en los ángulos es el que se acusa en la diferencia de anchura de los brazos del crucero, de tal forma que la continuación de la obra, tal y como se había arrancado de cimientos, era inviable a partir de la séptima hilada de sillares. Es posible seguir con precisión todos estos errores gracias a la traza tan ajustada de toda la obra y al empleo riguroso en toda ella del módulo de ochenta centímetros, como unidad de medida que, en este caso, se mantiene, además, en el grueso de todos los muros; por esta razón, en San Pedro de la Nave todas las dimensiones son múltiplos exactos de la misma unidad y no se dá ninguna alteración, como las que son necesarias en aquellos edificios en los que los muros tienen gruesos distintos.

En San Pedro de la Nave se pueden estudiar, por tanto, dos edificios distintos, uno de planta central en forma de cruz, que corresponde al uso por una comunidad monástica y cuya decoración es a base de un gran friso que recorre todo el edificio a la misma altura y se amplia a capiteles y huecos de ventanas, y otro que aprovecha el crucero y la cabecera del primero y se le añade naves basilicales, así como una decoración figurada mucho más compleja.


Del primero interesa mucho más la arquitectura, como el caso mejor planificado de iglesia en cruz, mientras que del segundo se destaca el complejo programa iconográfico. La transformación del uso de la primera iglesia monacal en una iglesia de clero secular tiene un curioso testimonio en una inscripción grabada sobre los sillares inmediatos al arco toral, en la que está la relación inacabada de las longitudes de la sombra de un reloj solar a cada hora del día; el texto se interrumpe en el mes de marzo, como si la paralización de las obras hubiera traído consigo la salida de los monjes que iban a emplear este horologium.

Mucho de lo que sabemos sobre la vida de los monjes recluidos en ergástulas como las de San Pedro de la Nave, procede de la autobiografía de San Valerio, exaltado seguidor de la vida eremítica predicada por San Fructuoso. Aparte de su labor apostólica y fundadora en la comarca del Bierzo, que ganó a muchos seguidores en la repoblación mozárabe, San Valerio recorrió otros lugares del valle del Duero, en lo que vivió luchas y persecuciones de otros clérigos entre épocas de respeto y admiración como hombre de vida santa y sacrificada. El nos cuenta cómo en un lugar distante de Astorga el noble Ricimiro le acogió en sus propiedades y edificó para él un templo admirable y opulento, donde tampoco pudo hallar la tranquilidad y el retiro deseados, puesto que el sacerdote Justo le molestaba y distraía con todo tipo de tentaciones hasta en su propia ergástula; cuando faltó Ricimiro y sus hijos fueron encarcelados por el rey Wamba, Valerio dejó aquel lugar sin que la iglesia se hubiera podido terminar.

Hay muchas coincidencias entre el lugar y los hechos de la biografía de San Valerio y lo que puede verse ahora en San Pedro de la Nave; aunque será difícil comprobar alguna vez su identidad, no existe mejor lugar para recrear lo que dejó narrado el santo ermitaño que las celdas de San Pedro de la Nave y el efecto sería aún más impresionante en el emplazamiento primitivo, rodeado por las aguas del Esla y acompañado por el ruido de la corriente.

A la iglesia se accede por el lado occidental por una puerta con arco de medio punto peraltado. En la misma pared encontramos una ventana con arco de medio punto encima de la puerta y dos pequeñas ventanas rectangulares a los lados de la puerta.


El arco de herradura, abundante en todo el edificio, es uno de los elementos esenciales de este templo, en el que nos sorprende la división del espacio disponible, de manera que impide una visión unitaria y tamiza la luz hacia el crucero, lo que produce un ambiente misterioso.


Galería fotos del interior de la iglesia
Galería fotos de la decoración del interior de la iglesia

En la decoración interior de San Pedro de la Nave, se han observado dos conjuntos diferentes; el primero de ellos elaborado por el llamado Maestro de San Pedro de la Nave, a él de deben los cuatro capiteles del cimborrio, sus basas e impostas, además de la talla de un friso sobre el que montan las bóvedas de la nave central. También es atribuible este maestro de San Pedro los pequeños frisos encima de las ventanas de la misma nave.

El segundo conjunto es mucho mas tosco, a él corresponden los capiteles del arco triunfal, sus impostas y los amplios frisos ornamentales que, arrancando de ellas, corren a lo largo de la mitad de las paredes del templo en la cabecera y en la nave central.

En la decoración del maestro de San Pedro de la Nave, es de destacar los cuatro capiteles del crucero, son capiteles prismáticos, un poco achatados, con caras planas, en las que se esculpen escenas en una técnica de acentuado claroscuro, con fondos lisos.

Uno de ellos el primero por la izquierda, según se mira hacia el presbiterio, representa a Daniel en el foso de los leones. Daniel viste túnica corta, levanta las manos a la manera del orante paleocristiano, y los leones simétricos, beben agua del fondo de la fosa. En la parte superior una inscripción dice: VBI DANIEL MISSVS EST IN LACVM LEONVM (donde Daniel fue enviado al foso de los leones). En las caras menores del capitel, los apóstoles San Felipe y Santo Tomás, acompañados de epígrafes que los identifican, así como sus atributos distintivos.

Enfrente de esta columna, en el lado derecho de la nave central, otro capitel representa el sacrificio de Isaac. En el mismo se observa a Abraham en el momento de sacrificar a su hijo Isaac, pero la mano de Dios lo detiene, señalándole la cabra para el sacrificio que atada espera. Una inscripción dice: VBI HABRAAM OBTVLIT ISAC FILIVM SVVM OLOCAVISTUM (donde Abraham ofreció a su hijo Isaac en holocausto al Señor). En las caras menores del capitel, los apóstoles San Pedro y San Pablo.

En la parte superior de los capiteles grandes impostas de frisos con pavos reales y perdices entre zarcillos, algunas veces con trifolios.

Por medio de estos asuntos y alegorías bíblicas, cuidadosamente seleccionados, se instruye y alecciona al fiel presente en las ceremonias del templo. A través de la referencia a Abraham, se le recomienda obedecer a Dios en toda circunstancia, sean cuales sean sus designios, y, mediante la alusión a Daniel, se le alienta a recurrir a la oración para solicitar la ayuda divina. Se le recuerda el modelo de vida y el ejemplo de salvación de cuatro apóstoles: san Pedro, san Pablo, santo Tomás y san Felipe, estrechamente vinculados con Cristo y, finalmente, se alude simbólicamente al valor redentor de la Eucaristía (aves picoteando racimos).

En este planteamiento general de la iconografía de estos capiteles, podemos ver un claro antecedente de lo que sería más adelante la iconografía románica en cuanto a enseñanza del Antiguo Testamento.

La otra pareja de capiteles del crucero, los situados más cerca de la cabecera, exhiben parejas de aves afrontadas picoteando racimos de uvas que surgen de un tallo central (nueva alusión eucarística). En los laterales del capitel de la derecha, aparecen dos cabezas con tonsura en forma de corona y nimbo avenerado. Otras dos cabezas se hallan en los lados del ejemplar de la izquierda, aunque en este caso, llevan barba y no presentan ni nimbo ni tonsura. Ambos grupos han sido interpretados como representaciones de santos, probablemente de procedencia oriental. Los ábacos, por su parte, incorporan nuevamente cabezas humanas que alternan con racimos de uvas y elementos vegetales, una especie de piñas. La existencia de cuatro rostros enfrentados, dos en cada ábaco, ha hecho pensar que nos encontremos ante una alusión a los cuatro evangelistas.

El último par de capiteles es el situado en las columnas sobre las que apoya el arco de ingreso a la capilla mayor, el lugar más sagrado del templo. En sus frentes se incorporan arcos, probables alegorías que indican al fiel el acceso a la Casa Celestial, y en sus laterales, flores de doce pétalos (alusión a la inmortalidad). Los cimacios, por su parte, exhiben dos registros de tallos ondulados con vides de referencia eucarística y cruces patadas insertas en círculos.

La decoración escultórica de todo el monumento está concebida como un conjunto. Aunque hoy sólo es visible San Lucas, en las basas de las columnas del crucero están representados los cuatro evangelistas.


Más fotos de los capiteles

El estudio iconológico de los relieves ha puesto de manifiesto el plan preconcebido que va desde la nave con representaciones del Antiguo Testamento o pilares de la iglesia, al crucero con pájaros y vides que simbolizan el paraíso y que culmina en el santuario o altar con signos solares que representan a Cristo como "sol de justicia".

En los capiteles se representan a santos y apóstoles y se concentra la simbología iconográfica en los martirios de Daniel y Abraham, como conmemoración del sacrificio eucarístico, simbología en la que insiste con la decoración a base de uvas, palomas y corderos que figuran en capiteles y frisos.


Los capiteles se convierten en adelante en portavoces de la historia sagrada, al representar las grandes escenas de las Escrituras bajo impostas con motivos de follaje, pámpanos, aves y máscaras. Aquí estaba representado el profeta Daniel en el foso de los leones, con un relieve muy plano y sobre un cesto que deja amplio espacio para desarrollar la escena en una superficie lisa. Este es uno de los temas preferidos en la primitiva iconografía cristiana; el artista de San Pedro de la Nave obtuvo aquí la mejor escena del relieve visigodo, pero, ya por ignorancia, ya por un exceso imaginativo, convirtió el laqum del foso de Daniel en un lago realista con ondas de agua en las que beben los leones. Aunque la base de la composición se tomara de una miniatura, el naturalismo en la representación de la marcha de los leones debe considerarse el fruto del estudio y creación personal de este maestro. El sentido iconográfico de las dos escenas -El sacrificio de Isaac es su compañera- es el de la consecución de la protección divina por medio de la oración y el sacrificio, pero sobre todo, gracias a la firmeza de la fe.

En definitiva, este es el edificio visigodo mejor conservado que se conoce y su belleza arquitectónica y originalidad en la decoración lo convierten en una autentica joya obligada visita en la provincia de Zamora.

Elementos muebles

• La iglesia guarda un sepulcro monolítico con tapa a dos aguas de época medieval.
• Cruz parroquial de primeros del siglo XVI, realizada en cobre; se trata de una pieza prácticamente única en la provincia.
• La iglesia también guardaba las reliquias de San Julián y Santa Basilisa.
• Calvario formado por un crucifijo tosco del siglo XIV.
• Imágenes de San Juan y la Virgen, del siglo XVII,
• Pila bautismal del siglo XVI gallonada.
• Imagen de San Pedro de la segunda mitad del siglo XVI de estilo manierista.
• Talla barroca de San Julián.
• Dos crucifijos del siglo XVII.

Ficha técnica

Fecha de realización página: 28 de Noviembre de 2003
Fecha última modificación: 23 de Abril de 2008

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