Aunque la obra de Pierre Paul Prud'hone se alinea con la de los romanticos, existen en ella elementos
estilisticos que la convierten en el nexo entre el clasicismo de David y el apasionamiento descriptivo de
Gericault.
El retrato de la emperatriz Josefina sirve perfectamente para analizar los componentes de su
manera artistica.
La figura, sentada sobre un apropiado escalonamiento rocoso, con su mano izquierda
apoyada en la sien, se integra en un paisaje boscoso que participa de la atmosfera de un jardin, gracias
a la presencia, en el lazo izquierdo, de un gran jarrón de piedra. El escenario es, pues, claramente romántico, y
su forma de ejecución revela el conocimiento, interpretación y finalmente amalgama de los estilos de
Leonardo y Correggio.
Prud'hon tuvo oportunidad de estudiar la pintura renacentista, cuando su estancia en
Roma, junto a Canova, en 1784.
El retrato de la emperatriz Josefina fué ejecutado en 1805, es decir, en el
momento de afirmación de la fama del pintor. Este se benefició también del favor de la emperatriz María
Luisa.
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