¡Ay de los vencidos! es una frase poco utilizada en el habla cotidiano, da a entender la precaución que deben tener los vencidos frente a los vencedores, ya que por lo
general unos quedan a merced de otros. La frase tomada del latín arcaico (Vae Victis) tiene su origen en la antigua Roma republicana, allá por
el lejano siglo IV a. C.
El pueblo de los senones, una tribu de origen gala, penetró en la península italiana y venció a los ejércitos romanos en la conocida como batalla de Alia (ca. 390 a. C.), a escasos 20
kilómetros de Roma. Al frente de este
pueblo se encontraba el caudillo Breno. Después de la batalla el camino hacia la ciudad de Roma se encontraba expedito y bien pronto se plantaron en la ciudad de Roma.
Los romanos se habían refugiado en su gran mayoría en la colina Capitolina, los galos entraron en la ciudad y la saquearon en su totalidad, no dejando
piedra sobre piedra. Solo en la colina Capitolina, parte de la población de Roma permanecía refugiada.
Los galos intentaron en varias ocasiones tomar la ciudadela pero les era imposible por lo abrupto del terreno. Una noche intentaron tomar la colina por asalto aprovechando la
oscuridad de la noche. Dio la casualidad que los guardias se habían dormido y los perros que vigilaban el recinto ni se percataron que los galos trepaban por la colina, solo los
gansos sagrados de la diosa Juno, que iban a ser sacrificados en honor a la diosa, se percataron del asalto y despertaron a la guardia con el graznido y el jaleo que montaron, por lo
que los galos fueron nuevamente rechazados. Desde entonces los gansos fueron considerados animales sagrados en el mundo romano.
Finalmente los romanos refugiados acordaron con los bárbaros el pago de un fuerte rescate si se retiraban de la ciudad.
Los bárbaros aceptaron la oferta y se presentaron ante
los magistrados romanos con una balanza trucada donde se tenía que pesar el oro, los magistrados se quejaron de la trampa momento en el cual, el jefe bárbaro Breno, echó su
espada sobre la balanza al tiempo que decía Vae Victis, en clara alusión a lo que les esperaba si no se plegaban a sus condiciones. Los magistrados aceptaron el chantaje y
lograron que los bárbaros galos se retiraran de Roma.
Camilo el dictador romano que había sido expulsado por el senado romano, es llamado de su exilio y una vez en Roma y afianzado en el cargo, se lanza en persecución de Breno, lo
alcanza y lo derrota, dando por finalizada la aventura gala. En la historia de Roma, la fecha del saqueo de la capital por parte de Breno estaba considerada como un día nefasto
en el calendario romano.
En el 410 de nuestra era, el godo Alarico entró en la ciudad de Roma y la saqueó a placer, entre otras lindezas se llevó prisionera a la hermana del emperador Honorio, esta sería la
segunda vez en la historia, que la ciudad eterna se veía asaltada por fuerzas bárbaras. Para ello habían tenido que trascurrir cerca de siete siglos, ambas fechas están marcadas en
negro carbón en la historia del orgullo romano.
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