Detras de todo proyecto debe haber una razón de ser que lo justifique. En esta exposición monográfica dedicada a José
Benlliure Gil (1855-1937) habia dos muy importantes para Javier García Peiró, también comisario de la misma, y para mi. La
primera de ella era dedicarle una muestra a él sólo, a su obra y distanciarle de la sombra alargada y fascinante de su hermano
Mariano. El hecho de que los Benlliure hayan formado una de las sagas más destacadas de la escuela valenciana del siglo XIX y
principios del XX, pues hay que incluir también en ella a Juan Antonio y a Blas, menos conocidos, ha supuesto en ocasiones un
lastre a la hora de situar a nuestro pintor en el lugar que merecía. Tal vez había llegado la hora de mostrar al público la calidad de
su pintura y, a la vista de ella entender el extraordinario éxito que su producción tuvo en el mercado internacional durante unas
décadas.
El segundo motivo era arrebatarle por fin la etiqueta de pintor de costumbres valencianas que le ha perseguido siempre. Nadie duda
de que estas escenas y sus protagonistas constituyeron a lo largo de su vida una pieza esencial, pero, debido a la demanda por parte
de la clientela y a causa de sus intereses personales, indagó en otros tremas con idéntica maestría. Por eso les digo que no esperen ver
una exhibición antológica por las que siento en principio cierta prevención -sometida a la estricta ordenación cronológica. Las obras
estan distribuidas en cada una de las salas por los temas que nutren su producción. Sólo de ese modo podrían apreciar la riqueza
de su pintura. Ahora bien, ninguno de estos géneros forman unidades independientes. Los asuntos a veces se entremezclan, se solapan,
se superponen ofreciendo a la mirada del espectador una fuente de placer y de sorpresa siempre inagotable. En ocasiones, el cuadro
de género se hace religioso o el retrato se tiñe de costumbrismo, por ejemplo, sin que ni una sola de las composiciones desmerezca. Así
era el arte en aquella época y la imaginación de su autor.
José Benlliure fue un artista del siglo XIX siempre y en este aspecto se perfila parte de su grandeza. A veces los historiadores del arte nos
empeñamos en cifrar el valor de un pintor decimonónico sólo si con su obra es capaz de superar su tiempo y rozar la modernidad. ¿Y que
pasa si no lo consigue?. No pasa nada. Benlliure se forjó en la Academia de Bellas Artes de San Carlos, aunque poco; en el el taller
de Francisco Domingo Marqués y admirando la obra de artistas como el catalán Mariano Fortuny o el francés Ernest Meissonier. Su
habilidad pictórica con el manejo del pincel y con el color encajaba perfectamente en el tipo de cuadro preciosista y de género que la
clientela reclamaba en las últimas decadas del ochocientos. Con ellos alcanzó renombre internacional y sus cuadros lucieron en los salones
más elegantes de entonces. Con el cambio de siglo el mercado comenzó a exigir otro tipo de pintura y Benlliure se encontró ante el dificil
dilema de replantear su estilo. Lo intentó aproximándose al arte de su amigo y compañero Joaquin Sorolla. Su pincelada se volvió más
esquematica, su paleta se iluminó en ocasiones, su descripción se tornó más sencilla y sus escenas se simplificaron. Sin embargo, tuvo
que rendirse a la evidencia: lo suyo era retratar la realidad más proxima como siempre lo habia hecho. Es posible que viviera excesivamente
sometido al dictado del cliente, que quisiera ganarse el sustento haciendo lo único que sabía hacer, pintar. Quizás no arriesgó. ¿Y que nos
importa todo eso? Nada, porque debemos aprender a distanciarnos de sus motivaciones para centrarnos en los magnificos resultados que
su pincel nos regaló. A las pruebas me remito. Ahora, simplemente les invitamos a disfrutar de ellas.
Galeria pictórica (ajena a la exposición)
Texto: Victoria E. Bonet Solves
Texto y fotos: Folleto de la Exposición
Centre del Carme. c/Museu, 2 46003 Valencia
Del 15 de Mayo al 31 de Agosto de 2.008
|