La iglesia de San Antolín en Llanes (Asturias) es lo único que queda del antiguo convento de monjes benedictinos
construido a principios del siglo XIII sobre otro anterior probablemente del siglo XI.
En la actualidad es propiedad particular y la iglesia se encuentra desacralizada (sin culto).
El Monasterio de San Antolín de Bedón se levantó en la desembocadura del río Bedón, próximo al mar y a la costa.
Se desconoce su año exacto de construcción, ya que las primeras noticias que tenemos son del siglo XII. El único testimonio que se conserva es la iglesia
que se corresponde con un románico avanzado, de transición al gótico, estilo que se insinúa en la utilización del arco apuntado.
La fundación del primer cenobio se mezcla con la leyenda. Según esta Munio Rodríguez
Can tío del Cid Campeador, encontrándose de caza por estos parajes hirió a un jabalí y
cuando estaba a punto de rematarlo este se revolvió contra él y le lanzó una llamarada
de fuego por la boca. Impresionado nuestro personaje y atribuyendo el suceso a un hecho
divino, decidió fundar un monasterio en honor a San Antolín (que por cierto es abogado contra el fuego).
Los primeros datos documentados que tenemos proceden del año 1205 (siglo XIII)
cuando un abad de este monasterio de nombre Juan comenzó las obras de construcción de un nuevo convento.
Adscrito al periodo del románico tardío, es un templo de planta basilical, tres naves de distinta altura,
dos tramos, nave de transepto no sobresaliente en planta pero si en alzado, cabecera
formada por tres ábsides semicirculares, el central mas grande que los laterales.
Al exterior grandes contrafuertes de sillería refuerzan la cabecera.
La nave central más ancha y alta que las laterales, se separan entre sí por arquerías
apuntadas apoyadas en dos pares de pilares cruciformes, los más próximos al crucero más
desarrollados.
La techumbre de las naves es de madera, la cabecera se cubre con bóveda de cuarto de esfera, los dos
brazos del transepto con bóveda de cañón y el crucero que es la parte más alta de la
iglesia lo hace con bóveda de crucería.
Los sillares de piedra y los contrafuertes caracterizan el exterior del templo, donde se aprecia un marcado escalonamiento de los volúmenes, pues las
naves se cubren a diferente altura, sobresaliendo la central.
Molduras horizontales y ventanas sirven para romper la monotonía exterior de los muros semicirculares de la cabecera. A pesar de la sobriedad
decorativa del templo, la decoración escultórica subsiste por su carácter didáctico y ocupa espacios exteriores, como los canecillos de los aleros
que protegen las portadas.
En el interior de la iglesia encontramos tres sepulturas, dos de la familia Aguilar y una
tercera del abad Pedro Posada.
El templo tiene dos portadas; la occidental (principal) se compone de cinco arquivoltas apuntadas, con una cornisa adornada
con bellísimos canecillos antropomórficos (cazadores), animalísticos (aves) y vegetales.
La principal situada a los pies del edificio, se abre sobre un cuerpo resaltado y está formada
por cinco arquivoltas apuntadas abocinadas que apoyan en cuatro columnas con capiteles
lisos. Sobre la parte superior del saliente donde se inserta la portada una línea de canecillos recorre el tejaroz.
La portada lateral sur responde a muy parecida estructura y
ornamentación, pero aquí en lugar de apoyar en columnas lo hacen en pilares.
Una de las portadas servía para conectar la iglesia con el monasterio. El conjunto trasmite la imagen de austeridad de la orden del Císter, basada
en la desornamentación y en una parca estética decorativa.
La fábrica de la iglesia es de mampostería, reservándose el sillar para los contrafuertes y
los ventanales. La iluminación se resuelve con vanos abiertos en los muros y en los ábsides
formados por ventanas de medio punto tipo saeteras.
Bajo el alero del tejado corre una serie de canecillos, algunos de ellos con
decoración figurada. Sobre el imafronte de la fachada principal una espadaña de dos vanos
sin campanas.
De lo anteriormente expuesto, podemos deducir dos conceptos importantes, una la casi
nula decoración
escultórica, excepción hecha de los canecillos, que nos habla de nuevas corrientes inspiradoras
del arte, influidos por los cistercienses no dados a la ostentación. Y por otra parte el uso
de la bóveda de crucería y los arcos apuntados que acercan maneras del ya naciente gótico.
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