Este pequeño retablo completo de autor anónimo del siglo XIV, pertenece al estilo
francogótico o lineal. Está dividido en tres calles y tres cuerpos y coronado por la
Crucifixión de Cristo.
La calle central está dedicada enteramente a la historia de Réprobo, un hombre que al
convertirse al cristianismo fue llamado Cristóbal - que significa "portador de Cristo"-.
Su leyenda comienza cuando san Cristóbal buscó entre las celebridades o reyes más poderosos
de la tierra a alguno para ponerse a su servicio. Pero en cada uno de ellos encontró
debilidades. Unos se asustaban ante ciertas circunstancias, otros recurrían a santiguarse
ante la presencia del diablo, y éste a espantarse ante la cruz. Por eso decidió ponerse
al servicio de aquella cruz.
En cierta ocasión, un ermitaño le aconsejó que la mejor manera de servir a su amo era
ayudar a la gente a cruzar un río muy caudaloso (este santo poseía un aspecto gigantesco,
ya que su talla era de 5 metros de altura). Un día, un niño le pidió que lo trasladara a la
otra orilla. Cristóbal notó que a medida que se internaba en el río el peso era mayor. Cuando
terminó el trayecto comentó que parecía que había llevado todo el peso del mundo. El niño
le respondió que tenía razón ya que él era el amo del universo y sobre él recaía todo
su peso.
El artista presenta a San Cristóbal con el Niño Jesús sobre sus hombros, llevando la bola
del mundo dividida en tierra, cielo y agua. La mano derecha del Santo sostiene aquella
vara que apenas la hubo hincado en la tierra reverdeció y floreció; visto este milagro
muchos se convirtieron a la fe de Cristo. En el otro brazo lleva una piedra de molino,
que atestigua su poderosa fuerza.
Las calles laterales de este retablo están divididas en varios cuerpos que relatan pasajes
de la vida de otros santos: San Pedro, San Blas y San Millán.
El autor de esta obra sabe jugar con la perspectiva jerárquica en sus figuras, pero no
es capaz de solucionar el espacio, porque en la escena principal en vez de presentar
un río en escorzo presenta una "montaña de agua". Sin embargo, en las calles laterales
cada escena está solucionada con un encuadre arquitectónico.
La maestría del dibujante se aprecia en muchos detalles, que hablan del dibujo lineal
sentido y preciso de este artista y lo encuadran dentro de su estilo pictórico.
La bordura de castillos y leones heráldicos parece indicar que fue realizado para una
fundación real. También es probable que haya pertenecido a algún monasterio riojano,
si se tiene en cuenta la devoción que se tenía a San Millán en esa región.
En 1969, por donación de don José Luis Várez Fisa, entró a formar parte de la
colección del Museo del Prado.
Texto y foto: http://museoprado.mcu.es
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