Esta imponente tabla perteneció a un retablo de la iglesia de Santo Domingo de Silos en Daroca
(Zaragoza). Se sabe que Bartolomé Bermejo firmó un contrato en 1474 para realizarlo, que tres
años después estaba terminada la tabla central y que la obra se finalizó en 1479. En el contrato
se acordaba que el retablo estaría dedicado a Santo Domingo de Silos, cuya figura presidiría la tabla
central, rodeada con escenas alusivas a su vida, y coronado por un Calvario. La estructura debía
constar de una predela, con representaciones de distintos santos, y un guardapolvo. El conjunto se
desmembró y se desconoce su paradero, a excepción de esta tabla central y otra de un santo, quizás
San Isidoro, conservada en Chicago, en la que probablemente intervino el taller.
Santo Domingo de Silos nació en La Rioja a comienzos del siglo XI. Ingresó en la orden de los
benedictinos y fue prior del monasterio de San Millán de la Cogolla, por entonces perteneciente
a tierras navarras, que tuvo que abandonar por no acatar las exigencias del rey García de Nájera.
Se refugió en Castilla, bajo la protección del obispo de Burgos y del rey Fernando I. En 1041 fue llamado
por este monarca para regir el convento de San Sebastián de Silos. Por su labor espiritual, su
formación intelectual y su dedicación al engrandecimiento del monasterio, fue elegido abad en 1047,
cargo que ocupó hasta su muerte. A lo largo de toda su vida luchó por la liberación de los cristianos
cautivos de los moros. Murió el 20 diciembre de 1073 y está enterrado en la abadía silense, que cambió
de nombre en su honor.
Santo Domingo de Silos aparece entronizado y su rostro refleja una fuerte personalidad, con unos
rasgos de intenso realismo. Sostiene un libro con sus manos, tal vez el texto de la Reforma que llevó a
cabo en la abadía de Silos, apoyado en su brazo lleva el báculo como símbolo de autoridad. En el contrato
se estipulaba que el santo debía estar representado como obispo, pero el velo anudado en el báculo alude
también a su condición de abad. La vestimenta que luce enriquece la lectura de la imagen y le convierte
no sólo en un personaje pontifical -mitra, capa pluvial, dalmática –, sino que también le confiere
un carácter sagrado.
La cenefa de la capa de brocado está ornamentada con figuras de santos, perfectamente identificados
por sus atributos. A la izquierda: San Pedro, Santa Bárbara, San Andrés y Santa Polonia. A la derecha:
Santa Catalina, San Bartolomé, Santa Marta o Santa Quiteria.
El trono gótico, apoyado sobre una plataforma, está decorado con figuras escultóricas que representan
las Siete Virtudes. En la parte superior las teologales: Fe, Esperanza y Caridad, y a los lados las
cardinales: Fortaleza, Prudencia, Templanza y Justicia.
En 1869 esta tabla fue llevada al Museo Arqueológico Nacional de Madrid por el erudito Paulino
Savirón. Desde 1920 se encuentra en el Museo del Prado debido a un canje de piezas artísticas entre
ambas instituciones museísticas.
Texto y foto: http://museoprado.mcu.es
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