Santa Isabel de Portugal - Francisco de Zurbarán

TÍTULO Santa Isabel de Portugal (hacia 1630)
TÉCNICA Óleo sobre lienzo, 184 x 90 cm
AUTOR Francisco de Zurbarán (1598-1664)
Pintura española (Siglo XVII)

Santa Isabel de Portugal, hija del rey de Aragón Pedro III "El Grande", nació en 1271. Fue bautizada con ese nombre en honor de su tía-abuela Santa Isabel de Hungría (1207-1231).

A los 12 años Isabel se casó con el rey don Dionisio de Portugal, matrimonio que puso a prueba su fortaleza de espíritu por el carácter violento del soberano y por sus continuas infidelidades conyugales. Fue una reina ejemplar y prudente, que se distinguió por su amor a sus súbditos y por su caridad hacia los pobres. Una vez fallecido su esposo, en 1325, Isabel tomó el hábito de Santa Clara. Murió el 4 de julio de 1336 y fue canonizada por el Papa Urbano VIII en 1625. Es patrona de Zaragoza, de Coimbra y de Portugal.

Suele representársela con el hábito de su Orden, o, como aquí, con corona real, ricos vestidos y joyas propios de su linaje, y recogiendo en su falda un manojo de rosas alusivo a uno de sus más conocidos milagros.

Se cuenta que en una ocasión en que llevaba una gran cantidad de monedas destinadas a obras de caridad escondidas en su manto, fue sorprendida por su esposo -que le había prohibido dar limosnas-, quien le pidió que le mostrase lo que ocultaba. Al ir a enseñarle la joven las monedas, éstas se transformaron en rosas.

Este milagro, que aparece en todas las historias hagiográficas de esta santa, es asimismo común a Santa Casilda (la hija de un rey moro de Toledo, que fue martirizada en 1087, y a la que inicialmente se creyó había representado Zurbarán en este cuadro), a San Diego de Alcalá, a la citada Santa Isabel de Hungría y a Santa Rosalía de Palermo.

Zurbarán la muestra en pie, con el cuerpo inclinado levemente hacia la derecha, en actitud de avanzar, el rostro vuelto hacia el espectador, y con una leve aureola tras su cabeza. Su figura destaca sobre un fondo muy oscuro, iluminada por una fuente de luz muy potente que procede de la izquierda y que hace resaltar la parte derecha de su rostro y hombro -separados por la zona del cuello en sombras-, y una de sus manos apenas modelada. Aparece adornada con magníficas joyas realizadas con gran precisión y ataviada con un fantástico vestido de brocado que demuestra, una vez más, la extraordinaria habilidad de Zurbarán para transmitir los valores táctiles de las telas.

Estas representaciones de santas -que posiblemente eran también retratos de damas contemporáneas por lo individualizado de sus rasgos-, fueron algo muy frecuente en la España del momento. Por lo general, se destinaban a decorar, a modo de cortejos, los muros de las sacristías de los conventos, evocando así ciertas procesiones sevillanas en las que desfilaban muchachas portando los atributos de las santas de su nombre.

El cuadro aparece citado por primera vez en 1814, formando parte de la colección de Fernando VII en el Palacio Real, en la llamada "pieza de chimenea".

Texto y foto: http://museoprado.mcu.es