Algunas obras realizadas por el gran maestro Rafael Sanzio en su última etapa plantean dudas sobre
su autoría, como ocurre con este cuadro de La Visitación, fechado entre 1516 y 1519. Aunque la
pintura está firmada por el artista y existe un documento de pago en el que consta que recibió
300 escudos por ella, al parecer ambos datos sólo acreditan su participación intelectual, implícita
en la definición del tema, en el diseño compositivo y en los rasgos fisonómicos de las figuras, todo ello
muy característico de su estilo.
Sin embargo, se cree que Rafael confió a uno de sus discípulos la realización de esta obra, ya que
su ejecución no se corresponde plenamente con la técnica del maestro. Entre sus
colaboradores habituales en los últimos años de su producción se encuentran Giulio Romano, Giovanni
Francesco Penni o Perino del Vaga, que asumieron su lenguaje, crearon escuela y protagonizaron, entre
otros, el desarrollo del Manierismo italiano.
La tabla fue encargada por Giovanni Battista Branconio, en representación de su padre Marino
Branconio, para la capilla que la familia tenía en la iglesia de San Silvestre de Aquila, en los Abruzzos.
La relación del contenido de la pintura con la vida personal de Marino permite considerar
su intervención en la propuesta del tema, al tener en cuenta el nombre de su mujer, Isabel, y el
de su hijo, Juan.
El episodio principal es La Visitación y corresponde a un pasaje del Evangelio de Lucas (1, 39-56).
Rafael desarrolló el tema en el espacio y en el tiempo, al añadir, en el paisaje del fondo, la historia del
Bautismo de Cristo a orillas del río Jordán por Juan el Bautista, hecho posterior al de la
Visitación.
Se puede apreciar la sabiduría del maestro en la calidad de su lenguaje pictórico, patente en
el equilibrio de la composición, en la belleza y serenidad de los rostros y en la claridad expositiva
de las dos escenas, cualidades pertenecientes a la tradición clasicista del Renacimiento italiano.
Del mismo modo es evidente la huella de Miguel Ángel en las figuras, tanto en las de Isabel y María,
como en las de Dios Padre y los ángeles que componen un rompimiento de gloria.
Todas estas premisas atestiguan sin duda la presencia del arte de Rafael en el cuadro, aunque se
admita la posibilidad de la intervención de uno de sus discípulos en su ejecución técnica.
La pintura lleva una inscripción en letras capitales doradas con los nombres del artista y del
cliente: RAFHAEL URBINAS F. / MARINUS BRANCONIUS, F. F.
En el siglo XVII fue adquirida por el virrey de Nápoles, conde de Castrillo, para la colección
de Felipe IV, que la destinó al Real Monasterio de El Escorial. En la Guerra de la Independencia los
franceses se la llevaron a París al Museo Napoleón, donde la tabla fue trasladada a lienzo.
Finalmente regresó a España en 1837 e ingresó en la colección del Museo Real de Pintura y
Escultura, actual Museo Nacional del Prado.
Texto y foto: http://museoprado.mcu.es
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