Paolo de San Leocadio fue uno de los primeros introductores de las novedades
del quattrocento italiano en España. Aunque nacido en Italia, se le considera
como perteneciente a la escuela renacentista española debido a su larga estancia
en suelo valenciano, donde realizó la mayor parte de su obra conocida.
Durante largo tiempo se tuvo como anónima esta tabla de La Virgen del Caballero de
Montesa. Hace algunas décadas fue atribuida al pintor napolitano Francesco Pagano
o también al círculo pictórico de Rodrigo de Osona, El Viejo. En la actualidad, los
especialistas asignan unánimemente esta obra a Paolo de San Leocadio. La pintura
representa a la Virgen con el Niño, sentada en un trono. A su derecha, el abad San
Benito de Nursia, patrón de la orden de los Benedictinos y, a su izquierda, San
Bernardo de Claraval, de la orden del Cister, que sostiene un báculo.
Delante de este último aparece la figura de un donante arrodillado, que luce una
capa blanca con la cruz roja de San Jorge, emblema de los caballeros de la orden
militar de Montesa. Esta orden, también denominada Santa María de Montesa, fue
creada y fundada por el rey Jaime II de Aragón. Se ha identificado a este
personaje como Luis Despuig, elegido maestre de dicha orden en 1472, fecha
cercana a la realización de esta obra.
La composición posee elementos novedosos para la época en el contexto valenciano,
aunque eran habituales en la pintura del norte de Italia. La escena se desarrolla
en un interior arquitectónico renacentista de corte vitrubiano, que es aprovechado
por el artista para crear un fondo espacial, tridimensional, gracias a una
habilidosa utilización de la perspectiva geométrica. También se apoya en el empleo
de una luz clara y vibrante, que da nitidez a los volúmenes y acentúa la profundidad
y los valores plásticos del conjunto. Asimismo es de origen italiano el tratamiento
del paisaje que se percibe a través de los ventanales y la idealización de la
figura de la Virgen. Sin embargo, frente a estos elementos que abren nuevos caminos,
introduce ciertos arcaísmos vigentes en la pintura española de la época, como la
figura del donante, colocada según la tradición en un lateral y a una escala de
menor tamaño.
Paolo de San Leocadio se muestra en esta ocasión como un gran colorista, utilizando
una gama cromática fría, en la que, según algún especialista, destaca el azul del
manto de la Virgen que no se igualará hasta los días de Vermeer. Esta sacra
conversazione es una obra muy representativa de la evolución de la pintura
levantina en los últimos años del siglo XV, ya que introduce modelos italianos
alejándose de la tradición de las vírgenes valencianas.
Fue adquirida en 1919 por suscripción pública.
Texto y foto: http://museoprado.mcu.es
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