La Virgen del pez - Rafael Sanzio

Pintura Italiana (Siglo XVI) h.1513
Óleo sobre tabla pasada a lienzo
215 x 158 cm
Rafael Sanzio de Urbino (1483 - 1520)

Rafael representa en esta obra una Sagrada Conversación en la que aparece la Virgen María entronizada con el Niño en brazos, rodeada por San Jerónimo y por el arcángel Rafael presentando al joven Tobías que sujeta un pez, elemento que da nombre a la obra.

El pez del cuadro hace referencia al capítulo del Libro de Tobías del Antiguo Testamento, que narra cómo una noche, el padre de Tobías, que era sepulturero, para no contaminar su casa después de haber realizado su oficio se quedó a dormir en el patio. Mientras dormía le cayeron los excrementos de unos pájaros sobre sus ojos, dejándolo ciego. El arcángel Rafael le anunció a Tobías que recobraría la vista si untaba sus ojos con la hiel de un pez, como así sucedió.

San Jerónimo (342-420), uno de los Padres de la Iglesia, tradujo al latín la Biblia en el siglo IV. Su versión, conocida como la Vulgata, fue declarada texto oficial latino por el Concilio de Trento once siglos más tarde. En el cuadro, el santo sostiene el libro en sus manos, como si estuviera leyendo uno de sus pasajes. A sus pies, el león, uno de los atributos más frecuentes de san Jerónimo, cuya historia fue relatada extensamente en el siglo XIII por el dominico genovés Jacobo de la Vorágine en la Leyenda Dorada.

La presencia en el mismo espacio pictórico de santos de distintas épocas era frecuente en el arte de los siglos XV y XVI. En este caso, la relación de San Jerónimo y Tobías está justificada por haber sido San Jerónimo el primero en incluir en la Vulgata el Libro de Tobías, considerado hasta entonces apócrifo. El gesto del Niño, que posa su mano sobre la Biblia, vendría a reafirmar la canonicidad del texto bíblico, que había sido objeto de controversia.

Aunque se desconoce la fecha de la ejecución de la obra, se puede datar hacia 1513, época en la que Rafael estaba trabajando en las estancias vaticanas, por el empleo expresivo del color y la sencillez de la composición. El trono de la Virgen, tomado directamente de una escultura antigua de Júpiter conservada en Roma, demuestra el interés de Rafael y sus contemporáneos por la arqueología. Se conservan varios dibujos preparatorios de la obra en la Galleria Uffizi de Florencia, y en la National Gallery of Scotland de Edimburgo.

La tabla se pintó para la capilla de Santa Rosalía del Monasterio de San Domenico de Nápoles. A principios del siglo XVII, el duque Medina de las Torres, virrey de Nápoles, logró que los dominicos le cediesen la obra, y se la regaló a Felipe IV. Desde 1645 estuvo en El Escorial, hasta que los franceses se la llevan a París al finalizar la Guerra de la Independencia. En 1818 regresa a El Escorial, ya trasladada a lienzo por el restaurador francés Bonmaison. En 1837 ingresó en el Museo del Prado.

Texto y foto: http://museoprado.mcu.es