La Purísima Concepción - Giovanni Battista Tiepolo

La Purísima Concepción (1769)
Giovanni Battista Tiepolo (1696-1770)
Óleo sobre lienzo. 279 x 152 cm
Pintura Italiana (Siglo XVIII)

La llegada al trono de Carlos III supuso una revitalización de la vida artística y cultural española, motivada entre otras cosas por la llegada a la Corte de destacados artistas extranjeros. Uno de estos artistas fue Giovanni Battista Tiepolo, pintor veneciano que fue llamado en 1762 para decorar al fresco el Palacio Real.

En 1767, Carlos III le encarga una serie de cuadros de altar para la iglesia del convento franciscano de San Pascual, en el Real Sitio de Aranjuez. Las pinturas, entre las que se encontraba esta Inmaculada Concepción, fueron sustituidas al poco tiempo por obras de Mengs, Bayeu y Maella, más acordes con el gusto neoclásico que imperaba en la Corte, impuesto sobre todo por el pintor de origen bohemio Anton Rafael Mengs, consejero artístico del rey.

La Purísima Concepción repite, con la estética decorativa y rococó de Tiepolo, el modelo de Inmaculada de la pintura española del siglo XVII, definida por Pacheco en su Arte de la Pintura. La Virgen, en actitud orante, aparece vestida con túnica blanca, manto azul y la cabeza cubierta, pisando la cabeza de la serpiente que muerde la manzana, en alusión a las palabras de Dios en el Génesis: "...él te herirá en la cabeza" que prefiguran la venida de Cristo. La figura aparece sobre el globo terráqueo, rodeada por símbolos marianos tomados de las Letanías medievales de la Virgen, una de cuyas fuentes es el Cantar de los Cantares: las azucenas, "azucena entre espinas", la luna a sus pies, "hermosa como la luna", el espejo, "espejo nítido de la actividad de Dios e imagen de su bondad", la palmera, "tu talle parece una palmera", etc.

La cabeza de la Virgen aparece coronada por estrellas, tal y como describe el Apocalipsis: "una mujer vestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza" (Apocalipsis 12, 1-2) y sobre su cabeza planea la paloma del Espíritu Santo. Es claramente apreciable la huella de las Inmaculadas de Murillo en esta obra de Tiepolo, de composición más sobria, y en la que destaca la atmósfera que envuelve a la figura, la luminosidad de la escena y la calidez de los colores.

Texto y foto: http://museoprado.mcu.es