Este gran lienzo le fue encargado a Tiziano por Carlos V durante su encuentro en Augsburgo
en 1550-51. El 30 de junio de 1553, Francisco de Vargas, embajador de España en Venecia,
prometía al emperador que el pintor lo acabaría en septiembre; pero no salió de la Serenísima
con destino a Bruselas hasta mediados de octubre de 1554. Dos años después fue enviado al
monasterio de Yuste por expreso deseo del emperador que, según se cree, pidió contemplarlo
antes de morir.
Aunque Tiziano debió inspirarse para la realización de esta tela en un pasaje del último
libro de La Ciudad de Dios de San Agustín (que narra la visión celeste de los Bienaventurados),
las distintas denominaciones que recibió a lo largo de los años -La Trinidad, El Juicio Final,
El Paraíso, hasta su actual título, La Gloria de Tiziano, dado por el Padre José Sigüenza en
1601- muestran las dificultades con que se enfrentaron los investigadores a la hora de
desentrañar su más intrínseco significado; y explican, a su vez, las distintas lecturas que
han sido dadas por los mismos.
La espectacular composición, en forma ovalada, está presidida en lo alto por el Espíritu
Santo, quien se halla flanqueado por el Padre y el Hijo, cuyas azules vestimentas destacan
sobre luminosos fondos amarillentos. A la izquierda, en un nivel algo inferior, se encuentra
La Virgen, envuelta en un manto igualmente azulado, dirigiéndose hacia la Trinidad. María,
seguida por San Juan Bautista, gira ligeramente el rostro para contemplar el coro de figuras
que se despliega ante sus ojos. Tiziano representa aquí a la Virgen y al Bautista en su
condición de intercesores entre Dios y los hombres.
A la derecha, envueltos en blancos ropajes, y acompañados por ángeles con palmas, se encuentran
varios miembros de la familia imperial de los Austrias: Carlos V, con la corona a su lado, su
esposa la emperatriz Isabel, Felipe II, su hermana doña Juana, y las tías de ambos, doña María
de Hungría y doña Leonor. Los dos ancianos barbados del nivel inmediatamente inferior han
sido identificados como Pietro Aretino, consejero de Tiziano, y el propio pintor de perfil.
La joven que nos vuelve la espalda, vestida de verde amarillento y con los brazos alzados,
ha sido identificada tradicionalmente como la Iglesia, o, en su defecto, como la Sibila
Eritrea (que realizaba profecías sobre el Juicio Final), María Magdalena, Judith o
Raquel.
El resto de la escena está poblado por personajes del Antiguo y Nuevo Testamento, algunos
reconocibles por sus atributos: Moisés con las Tablas de la Ley; Noé con el arca, sobre la que
se posa la paloma de la paz; David con el arpa, o San Juan Evangelista con el águila.
Todas las figuras se hallan en actitud de adorar a la Trinidad.
En la parte baja se representa un paisaje terrenal en el que se
creyó ver el asesinato, a manos de un arriano, del fraile dominico e Inquisidor de la
ciudad de Milán, San Pedro de Verona. Hoy en día se considera que las figuras diminutas de
la izquierda son peregrinos apoyados en sus cayados.
Texto y foto: http://museoprado.mcu.es
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