Esta hermosa imagen de la Condesa de Chinchón es una obra maestra del retrato dentro
de la producción de Francisco de Goya. Representa a doña María Teresa de Borbón y
Vallabriga, XV Condesa de Chinchón y Marquesa de Boadilla del Monte, a la cual el
pintor retrató en diversas ocasiones.
Era hija del Infante don Luis Antonio de Borbón, hermano de Carlos III, quien, a
raíz de su matrimonio morganático con Mº Teresa de Vallabriga, perdió para él y su
familia todos los derechos propios de la familia real. Tuvo que vivir alejado de la
Corte y a su muerte, ocurrida en 1785, sus hijos, María Teresa, María Luisa y
Luis María, fueron separados de su madre por orden de Carlos III. Las niñas ingresaron
en el real convento de San Clemente de Toledo mientras su hermano se preparaba para
recibir las órdenes sacerdotales junto al arzobispo Lorenzana.
En el reinado de Carlos IV, éste decidió casar a Maria Teresa con Manuel Godoy, príncipe
de la Paz y favorito de la reina María Luisa. Al aceptar esta propuesta, ella y su
hermanos pudieron regresar a la Corte y se les restituyeron todos los privilegios
que habían perdido. Su posición en palacio pasó a ser la más relevante tras la de la
reina y sus hijas, y también resultó encumbrado Godoy, ya que así entró a formar
parte de la familia real.
Se sabe que el retrato fue pintado en Madrid en 1800, a los tres años de la boda, por
unas cartas de la reina a Godoy, fechadas el 22 y 24 de abril de ese mismo año: "amigo
Manuel nos alegramos estés bueno, así como tu mujer, esperando siga bien hasta salir de
todo, también nos alegramos se retrate" "... muy bien me parece lo que le ha dicho a
Goya pero déjalo que concluya bien el retrato de tu mujer".
Goya retrata a María Teresa con veinte años de edad, cuando estaba esperando a
Carlota, su primera y única hija. Aluden a su estado la postura de su cuerpo y el
tocado de espigas de trigo, símbolo de fertilidad desde la antigüedad. La Condesa
aparece sentada en un sillón con las manos entrelazadas, adornadas por un anillo
con la imagen en miniatura de un caballero que ostenta la Orden de Carlos III,
posiblemente Godoy.
Este exquisito retrato cortesano está interpretado por Goya con gran agudeza, ya
que plasma admirablemente el gesto tímido y la delicadeza del modelo, sin duda
desde el cariño que sentía por ella, a la que conocía desde su infancia. La Condesa
aparece rodeada por un espacio neutro, en el que el pintor juega con los matices
de las sombras, acentuando así la luminosidad de la imagen y su aspecto
frágil e indefenso.
Tras la caída de Manuel Godoy el cuadro fue confinado con el resto de su colección
en la Academia de San Fernando, hasta que en 1813 fue devuelto a su propietaria.
En enero de 2000 fue adquirido por el Estado Español a los herederos directos de la
Condesa, los Duques de Sueca, y pasó a formar parte de la colección del Museo del Prado.
María Teresa de Borbón y Vallabriga, nacida el 26 de noviembre de 1780 en el palacio familiar de Velada (Toledo), era hija del infante don Luis
Antonio de Borbón, hermano de Carlos III, y de María Teresa de Vallabriga y Rozas, dama de la baja nobleza aragonesa. Apartada
de la corte desde su nacimiento, junto con sus hermanos, el infante don Luis María y la infanta doña María Luisa, no pudo usar el
apellido del padre por la Pragmática Sanción de Carlos III. A la muerte del infante, en 1785, fue enviada con su hermana al convento
de San Clemente de Toledo, de donde salió para casarse con Godoy el 2 de octubre de 1797. El matrimonio fue decidido por decreto de Carlos IV,
tras ser consultada María Teresa, que tenía dieciséis años. Accedió a una boda por la que se restablecía la armonía familiar de la
casa de Borbón y se rehabilitaba a los tres hermanos y a su madre, autorizándoles a llevar el apellido real y los títulos,
honrándoseles de inmediato con otros, a ella con los de marquesa de Boadilla del Monte y condesa de Chinchón. Los reyes, además,
elevaban así a Godoy, su hombre de confianza, al emparentarle con la casa real. El Príncipe de la Paz aseguraba en sus Memorias,
años después, que no había deseado el matrimonio, pero había obedecido a Carlos IV "con igual lealtad y sumisión que en los demás
actos de mi vida". En los meses anteriores y posteriores al retrato, pintado en el mes de abril de 1800, las cartas de Godoy a la
reina y las de María Teresa revelaban que las relaciones de los esposos eran inmejorables, expresando el Príncipe de la Paz "la
gratitud inalterable de este Matrimonio, la Chica [la condesa] está llena de contento". La propia condesa, en junio de 1801, concluida
la Guerra de las Naranjas, aseguraba en una carta a la reina del 11 de ese mes que "No me es posible hallar expresiones suficientes
para manifestar a V.M. quanta es mi gratitud por las honras que continuamente nos dispensa [...]. Confieso Señora que la noticia
de la paz me ha causado una excesiva alegria i me la redobla el cómo se ha portado mi Marido, i la esperanza de verle pronto, pues le
amo mas que a mi misma, con un extremo inexplicable, i no puedo vivir sin él".
El retrato está documentado por la correspondencia de la reina María Luisa y Godoy entre el 22 de abril y principios de mayo de 1800, cuando
se ultimaban los preparativos para que Goya pintara en Aranjuez el cuadro de La familia de Carlos IV. Por las cartas se sabe
que María Teres estaba encinta nuevamente, habiéndose frustrado dos embarazos anteriores, aunque en esta ocasión Godoy estaba seguro de
que todo iba a concluir con felicidad "pues los medicos la ven poco". El 2 de octubre nació una niña, Carlota Joaquina, que fue apadrinada
por los reyes. El tocado de la condesa, con sus espigas de trigo, seguía la moda de los adornos femeninos de esos años que incluían
flores y frutos, pero tiene aquí el significado añadido de ser emblema de fecundidad, como símbolo de la diosa Ceres, cuyas
fiestas se celebraban en la antigua Roma precisamente en el mes de abril. La condesa viste aquí un elegante vestido
de gasa blanca decorada con pequeñas flores. En la mano izquierda luce una sortija, cuya pincelada central, precisa y
muy bien definida, resalta el brillo del diamante, y en la derecha otra, sobre el dedo corazón, adornada con la miniatura
de un retrato masculino, muy abocetado, sin duda de Godoy, que luce la banda azul de la orden de Carlos III.
El estudio técnico del cuadro, después de su adquisición por el Museo, ha revelado que fue pintado encima de un lienzo ya utilizado por
Goya, en el que se identifica plenamente en su radiografía un retrato en pie de Godoy, y otro menos visible y subyacente de un caballero
joven, que lleva en el pecho la cruz de la orden de San Juan de Malta. Ambos fueron cubiertos por una capa de color beige rosado,
utilizada como preparación del retrato final de la condesa de Chinchón.
Procedencia Palacio de Godoy. Madrid.
El 18 de diciembre de 1813, trasladado al Depósito General de Secuestros, situado en el almacén que la Fábrica de Cristales de
San Ildefonso tenía en la calle Alcalá. 1814, palacio de Boadilla del Monte (Madrid) entre los bienes devueltos a la condesa de
Chinchón. En posesión de los descendientes directos hasta su adquisición por el Estado, con destino al Museo del Prado, en 2000.
Texto y foto: http://museoprado.mcu.es
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