La marquesa de Lazán - Goya
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La fecha de este retrato oscila entre 1800 y 1804 según autores. Este cuadro, uno de los rétratos femeninos
más hermosos de Goya, fué en cierto momento atribuido por Martin Soria a su ayudante Esteve.
Camón Aznar lo incluye entre las pinturas de Goya comentando que vibra en este retrato de sangre impetuosa,
con el busto saliente... y los brazos mórbidos, con el rostro voluptuoso, de chata nariz y aletas impulsivas.
Su cuerpo firme se envuelve en agrisadas sedas suntuosas, con adornos y reflejos dorados. Retrato de
excepcional belleza, en él se unen la arrogancia de la retratada sin durezas técnicas ni énfasis teatral, como
sucede en los retratos franceses contemporaneos.
Un armiño de tactos blandos, teatraliza el fondo, tan adensado.
El pincel de brillos alados consigue sin embargo, una materia y una atmósfera de espesa trabazón y una unidad
cromática de oros y grises complejos. Transcribo el acertado comentario del profesor Camón por el que con mayor
elocuencia y exactitud enjuicia este cuadro maravilloso, terrrible rival pictórico del famoso de María del Pilar
Cayetana, duquesa de Alba, en la colección ducal, como pudo apreciarse en la exposición El arte en las colecciones
de la Casa de Alba (Madrid, Fundación Caja de Pensiones), de cuya visita recuerdo el entusiasmo de los pintores
actuales.
Doña Maria Gabriela Palafox y Portocarrero era hija de la marquesa de Montijo, como su hermana doña María Tomasa,
marquesa de Villafranca, la dama sentada en un sillón pintando a su marido del retrato del Museo del Prado,
expuesto en 1805 en la Academia de Bellas Artes de San Fernando de donde la retratada era miembro, y que
Goya firma y fecha en 1804, siendo posiblemente contemporáneo del de la marquesa de Lazán. Casó ésta con
Luis Rebodello de Palafoxy Meliz,
el hermano mayor del general don José de Palafox, duque de Zaragoza por su defensa de Zaragoza en 1808
(retrato a caballo por Goya en 1814).
El retrato de la marquesa de Lazán nos sorprende por su aspecto de aparición repentina, surgiendo de la
sombra del fondo por un vivo rayo de luz que hace brillar su rostro gracioso y feroz a la vez (suma del
erotismo goyesco), su abundante seno, levantado por el alto cinturón a la última moda francesa, y su traje
de seda blanca, bordado en oro, dejando en sombra parte de la falda, con unos increibles efectos de
dorado oscuro en las cenefas, a modo de guirnaldas, de la parte baja. Las mangas cortas dejan lucir unos brazos
redondos y firmes; el izquierdo pende a lo largo del traje, posando levemente en el muslo la mano pequeña y
gordezuela; menos acertada en la derecha, por el aspecto, como de garra, que le impone la postura de
ese brazo, apoyado en el alto respaldo de un sillón sobre cuyo asiento brilla una piel de armiño, acaso
perteneciente al forro del manto, que sujeto a los hombros, cubre con su anverso la parte baja derecha de la
figura, dándole mayor esbeltez. La postura, indolente y garbosa, con las piernas cruzadas, apoyada en la
izquierda y dejando asomar el exquisito chapín derecho, responde a la sensualidad erótica de esta figura
juvenil. A no dudar, es una de las creaciones más geniales del retratista aragonés, expresión de su idea del
eterno femenino.
Doña Gabriela (la marquesa de Lazán) pertenece al grupo ilustrado, en el que su madre, Maria Francisca
de Sales y Portocarrero, era figura muy sobresaliente, presidente de la Junta de Damas y casada a los catorce
años con don Felipe Antonio Palafox, marqués de Ariza, liberal y reformista. Un hermano de la de Lazán, el conde
de Teba (retratado por Goya, colección Frick. New York), escribió un "Discurso sobre la autoridad de los
ricos-hombres y cómo lo fuerón perdiendo hasta llegar al punto de opresión en que se hallan hoy, " y la de
Montijo tuvo que intervenir para que no fuera desterrado por Godoy. Ella misma se había distinguido en su salón
por sus ideas religiosas muy fervientes, que fuerón tachadas de jansenistas, por lo que se abrió un proceso.
Tambien habia chocado con la autoridad a proposito de la polémica entre la citada Junta de Damas y el intento
gubernamental de imponer un traje nacional femenino. En 1805 la condesa fué obligada a salir de la corte y
retirarse a sus posesiones de Logroño, donde moriría en 1808, en visperas de la guerra que emcumbraría a su
pariente, el general zaragozano, ilustrado como toda la familia pero que tuvo que modificar sus ideas ante la
invasión napoleonica, como la propia Lazán.
Óleo sobre lienzo 193 x 115 cm.
Madrid. Fundación Casa de Alba. Palacio de Liria
Texto: Julian Gállego Serrano - Tesoros del Arte Español
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