Es bien sabido que este lienzo procede de las Colecciones Reales, pero se desconoce la
fecha exacta de su realización. La mayoría de la crítica lo cree ejecutado entre los años
1628 y los inicios de 1629, aunque hay quien aduce que estaba ya acabado en 1626 y que
fue modificado en parte por el artista a su regreso de su primer viaje a Italia
(1629-1631). El hecho de que se conserve un documento de pago de la Tesorería Real, fechado
en 1629, en el que consta que Velázquez recibió cien ducados por orden del rey
Felipe IV: 'Por cuenta de una pintura de Baco que ha hecho en servicio de Su Magestad',
parece confirmar la primera hipótesis.
Se ha barajado la posibilidad de que tanto la elección del tema -es la primera incursión
del artista sevillano en la Mitología- como el ambiente burlesco y distendido en que
transcurre la acción, le fueron sugeridos a Velázquez por el pintor flamenco Rubens durante
la segunda visita de éste a Madrid en 1628-1629. Quizá le contó una mascarada, celebrada
en Bruselas, en que un personaje montado sobre un tonel, y coronado de guirnaldas de parra
y racimos, desfiló ante los gobernadores acompañado de ocho muchachos.
Se cree también plausible que Velázquez se inspirara para esta composición en una estampa
publicada en 1596 por el grabador holandés Hendrik Goltzius. La estampa incluía un breve
poema en el que un grupo de campesinos solicita a Baco "un poco de vino para aliviar su
dolor y su pena".
Pese a todo, siempre ha sorprendido el aspecto vulgar y un tanto insólito que presenta
esta escena (tan ajena a las mitologías que se realizaban en Europa por entonces), lo que
la ha hecho objeto de multitud de conjeturas respecto a su finalidad última. Hay quienes
la creen una crítica irónica de los dioses paganos, una humanización de las historias
mitológicas, o una exaltación del vino, el cual, tomado con moderación, alegra la vida de los
hombres humildes (como se expresa en el poema de Goltzius), y favorece asimismo la
inspiración poética.
La acción tiene lugar al aire libre. Baco, muy iluminado desde la izquierda, y a medias
cubierto con magníficas telas en tonos blancos y rosados, está sentado sobre un tonel con
la cabeza ceñida de pámpanos y hiedra. Le acompañan dos supuestos miembros de su séquito.
El dios procede a coronar a un hombre arrodillado ante él, mientras que los otros cuatro que
se apiñan a su izquierda reflejan en sus rústicos semblantes los efectos de los vapores
del vino. Dos de ellos dirigen sus miradas hacia el espectador como para hacerle partícipe
de su alegría. En el ángulo superior derecho la figura embozada en la sombra resulta un
contrapunto de la situada en el ángulo inferior izquierdo.
Velázquez aún conserva aquí el gusto por el tenebrismo de su etapa sevillana y un sentido
del modelado altamente naturalista, pero en el paisaje del fondo se advierte ya su
magistral y ligera pincelada.
El cuadro ingresó en el Museo del Prado en 1819, el mismo año de su inauguración.
Texto y foto: http://museoprado.mcu.es
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