Luis XVI, nacido en 1754, fue el cuarto hijo del Delfín Luis –único descendiente varón de Luis XV– y su segunda esposa María Josefa de
Sajonia, hija del rey Federico Augusto III de Polonia. En 1770 se casó con María Antonieta de Austria, hija del emperador Francisco I de
Austria, y en 1774 fue coronado rey de Francia y Navarra, además de copríncipe de Andorra. Su ascenso al trono fue tan temprano
como inesperado: su hermano y heredero a la corona, Luis José Javier, había fallecido en 1761, y su padre, el Delfín, en 1765. Por
ello, sin haber cumplido los veinte años, se convirtió en el heredero de su abuelo Luis XV y asumió las riendas del poder. Su reinado
termino trágicamente como consecuencia de la revolución de 1789. Ese mismo año fue obligado a cambiar su título y se convirtió en “Rey de
los Franceses”, en 1792 fue detenido y encarcelado, y finalmente murió guillotinado el 21 de enero de 1793.
En este retrato el monarca aparece revestido con todos los ornamentos simbólicos de la consagración monárquica de Francia. Lleva un traje de color
gris perla y un gran manto de piel de armiño decorado en su parte frontal con flores de lis bordadas en oro y luce el collar de la Orden del
Santo Espíritu y el del Toisón de Oro. De su costado cuelga la espada de Carlomagno y apoya su mano derecha en un cetro rematado por la
flor de lis, mientras que con la izquierda sujeta un sombrero. La corona de los reyes de Francia y la “mano de justicia” de San Luis
descansan sobre un cojín, también decorado con flores de lis. El lujoso ambiente del palacio de Versalles, donde residía el monarca, es
evocado por medio de la balaustrada, la columna, los grandes cortinajes y el trono real, decorado con una figura alegórica de Justicia.
Es un retrato realizado hacia 1778-79 por Antoine-François Callet (1741-1823), destacado retratista –pero también autor de notables
composiciones históricas artísticas y mitológicas– que trabajó al servicio de la Monarquía francesa –durante el reinado de Luis XVI–, la Revolución,
el Imperio y la Restauración.
En esta obra el pintor sigue el modelo del retrato de Luis XV de Louis Michel van Loo, que a su vez deriva de la imagen de Luis XIV pintada por
Hyacinthe Rigaud, verdadero precursor de la fórmula del retrato regio y fuente de inspiración para las efigies reales posteriores.
Del retrato original pintado por Callet se hicieron numerosas réplicas destinadas a servir como regalos diplomáticos. Esta es una de ellas y –como
indica la inscripción del marco– fue un regalo que Luis XVI hizo en 1783 al Conde de Aranda, embajador de Carlos III en la Corte francesa. Es una
obra de calidad, aunque se advierte cierta intervención de taller. Por el contrario, el suntuoso marco de madera denota el cuidadoso trabajo de
talla de los artesanos más cualificados en esta especialidad al servicio de la corte de Versalles y el valor concedido a la obra pictórica a la
que completa y realza.
El Conde de Aranda trajo el cuadro a su regreso a España y permaneció en manos de sus sucesores hasta que fue comprado por Isabel II en la
testamentaria del Duque de Hijar, ingresando en 1864 en el Museo del Prado.
Texto y foto: http://www.museodelprado.es
|