Pedro Berruguete es uno de los máximos representantes de la pintura española de finales
del siglo XV y principios del XVI. Nacido en Paredes de Nava, Palencia, debió iniciar
su formación artística dentro de los presupuestos estilísticos de la corriente hispano
flamenca imperante por entonces en Castilla. Posteriormente viajó a Italia, donde entró
al servicio del duque de Urbino, Federico de Montefeltro, quien por entonces había reunido
en su entorno a varios y excelentes artistas de distintas nacionalidades. De esta forma, pudo
Berruguete codearse con pintores italianos de la talla de Piero della Francesca y Melozzo
da Forli, o con el flamenco Justo de Gante.
Tras la muerte del duque, Berruguete regresó a España. Trabajó en Toledo, en distintos
lugares de la Tierra de Campos y en Ávila, ciudad en la que terminó sus días.
De la fusión de tan diversas influencias se forjó su personalísimo estilo. Así, de su
formación hispano flamenca tomó Berruguete el gusto por el detalle, la ocasional
utilización de fondos de oro, y el intenso realismo que emana de sus figuras, mientras que
el dominio de la luz y del espacio proceden de su conocimiento del primer renacimiento.
La obra que comentamos representa un episodio de la vida de Santo Domingo de Guzmán
(1170-1221), santo fundador de la Orden de los Hermanos Predicadores o Dominicos.
Berruguete pintó varias tablas sobre la vida de este santo español, conservadas en
el Museo del Prado, que formaban parte de un retablo destinado al convento de Santo
Tomás de Ávila, pero no se ha podido confirmar que el Auto de fe fuese una de ellas,
aunque también procede de esta fundación religiosa.
Santo Domingo, recibió la orden del Papa de acabar con la herejía albigense, originaria
de la ciudad francesa de Albi. La tabla recoge el momento de la celebración de un Auto de
Fe presidido por el santo, que aparece sentado en un trono situado en una tribuna portátil,
vista desde un punto de vista muy bajo, con lo que se acentúa la distancia entre los
condenados y los jueces, resaltando así el protagonismo del grupo de personajes situado
en la parte superior del cuadro, bajo el dosel.
El pintor nos presenta a Santo Domingo vestido con el hábito de su Orden. Extiende la
diestra en un gesto de clemencia hacia uno de los condenados que, acompañado por un fraile
dominico, se encuentra en el nivel medio de la composición, al pie de la escalerilla. Se
ha identificado a este personaje como Raimundo de Corsi quien, según relatan los hechos
relativos a la vida de Santo Domingo, abjuró de la herejía albigense. Rodean al santo
otros jueces, uno de los cuales porta el estandarte de la Inquisición.
Al fondo de la grada inferior, varios hombres, sentados o de pie, dialogan entre sí
totalmente ajenos al drama humano que se está desarrollando ante sus ojos. Hay quien
llega incluso más lejos en su actitud de despego e indiferencia ante los hechos, como
es el Inquisidor del centro, que el pintor nos muestra -no sabemos si guiado por un
afán naturalista - plácidamente dormido con la cabeza apoyada en el respaldo de la
grada.
En la parte inferior derecha aparecen los condenados, dos de ellos en la hoguera, y otros
dos tocados con corozas y cubiertos por sus respectivos sambenitos, en los que se
lee "condenado herético", que esperan su turno custodiados por soldados.
Berruguete, iniciador en España del nuevo estilo renacentista, logra en esta obra retratar
la Castilla de los Reyes Católicos, al representar una escena que tuvo lugar a
principios del siglo XIII tomando elementos de su entorno inmediato. Los personajes,
perfectamente individualizados, están vestidos a la manera de finales del siglo XV y
parecen inspirados en alguno de los autos de fe que se celebraron en Ávila en esos
años.
Es interesante destacar que en la zona superior izquierda se adivina la preparación de
la tabla en tonos plateados.
La obra, procedente de la sacristía de Santo Tomás de Ávila, fue adquirida por el
Estado en 1867.
Texto y foto: http://museoprado.mcu.es
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